En días recientes la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación anunció que realizará movilizaciones y bloqueos en Oaxaca y el Distrito Federal el día 12 de octubre.
La fecha no es casual. Desde el levantamiento armado de 1994, el 12 de octubre ha sido un buen pretexto para que las organizaciones tipo los zapatistas reivindiquen los derechos de los pueblos originarios. A otra escala, es lo mismo que pretende hacer la Sección 22 del magisterio: reivindicar un derecho ancestral a vivir en la nómina de la Secretaría de Educación Pública.
Si suspenden clases ahora sí es necesario que haya sanciones, descuentos y de persistir esta problemática, la separación del servicio docente. Si intentan impedir el funcionamiento de instalaciones estratégicas, es el momento de hacer valer la treintena de órdenes de aprehensión contra los liderazgos de la Sección 22.
La Coordinadora ha perdido fuerza, capital financiero y humano. Por eso, el 12 de octubre busca confluencias con otros grupos igualmente desarticulados, pero identificados en su comportamiento antisistémico. Se trata de una provocación de los mismos que en su tiempo asesoraron al EZLN y ahora utilizan a los padres de los normalistas de Ayotzinapa.
El país atraviesa por tiempos difíciles y una de las consecuencias es la desconfianza en las instituciones y las leyes. En 2016 estarán en juego 12 elecciones de gobernador, incluida, por cierto, Oaxaca. Será un año agitado y económicamente muy difícil, por lo que es primordial hacer valer a las instituciones y a las normas mínimas de convivencia para restaurar una confianza pública relativamente erosionada.
La movilización de la Coordinadora en defensa de sus privilegios y de su incompetencia tratará de poner a prueba al nuevo secretario de Educación Pública quien, a diferencia de su antecesor, ha mostrado presencia y voluntad de dar la cara. Calcula mal la Sección 22. La Reforma Educativa, con todo y la evaluación docente, es irreversible.
Irritación
Tal vez en Oaxaca la movilización tenga un cierto carácter popular dado el peso del magisterio dentro de la población económicamente activa, lo que se puede hacer extensivo a Guerrero y Chiapas. Pero las movilizaciones de maestros en rechazo a las reformas en el Distrito Federal solamente irritan a la población por dos razones: una, por la movilización en sí misma en una ciudad ahogada en la aglomeración y el tráfico. Otra, porque viene lo más primitivo de la educación pública a protestar en la entidad con mayor índice de escolaridad de todo el país.
Se les podrán sumar grupitos de anarcos y algunos otros delincuentes de esa especie. Nada más. Y si se trata de emprender acciones vandálicas, la utilización de la fuerza pública debe leerse como preservación del orden y de las condiciones mínimas de convivencia, no como represión.