Como era de esperarse una vez más un sector de la población queda inconforme por los métodos de selección de candidaturas a puestos de elección popular. Se olvida con frecuencia que los procedimientos para la selección de candidatos dentro de un partido o de una coalición, en su caso, son tan válidos como sus estatutos lo permiten. ¿Quién valida esos estatutos? La propia organización que los emite y que selecciona a esos candidatos.
Es un círculo vicioso a todas luces pero es la ley, a falta de una ley de partidos que establezca una línea básica común para el funcionamiento interno de las organizaciones políticas en México, legislación imposible porque la iniciativa de cambio tendría que surgir de las propias dirigencias que hoy se benefician con el uso de esos métodos que algunos piensan que habría que cambiar.
Todo esto viene a cuento en torno de las nominaciones hechas por el Frente que integran PAN-PRD y MC. Las negociaciones para integrar ese Frente fueron públicas, a plena luz de día y en sus fundamentales intervinieron tres personas y nada más tres: Ricardo Anaya, presidente del PAN; Alejandra Barrales, en ese momento presidenta del prd, y Dante Delgado, presidente de Movimiento Ciudadano. Desde el principio la maniobra y el reparto eran manifiestos: la integración del Frente invalidaba una contienda solo panista para la Presidencia de la República, lo que descartaba a Margarita Zavala, que dejó el partido. En el reparto, y dadas las respectivas competitividades electorales de las organizaciones integrantes del Frente, por números e historia, la candidatura de los tres partidos coaligados para la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México recaería en el prd, cargo al que aspiraba la presidenta de esa organización. El MC se conformaba con candidaturas en el Congreso y con que no le interfirieran en sus perspectivas favorables para la gubernatura de Jalisco.
Efectos
En opinión de muchos esa mecánica dejó fuera de sus aspiraciones de candidato presidencial a Miguel Mancera. Puede ser. Quizá Mancera, políticamente más avezado de lo que uno supondría, realmente nunca tuvo esas aspiraciones ante la posibilidad de ganarle a Ricardo Anaya y solo se encareció en lo personal, asegurando de paso la candidatura a la CDMX de la que siempre fue su candidata y nunca lo traicionó, a pesar de lo que algunos sostengan, que fue Alejandra Barrales.
De buena fe o a valores entendidos, vaya uno a saber, Armando Ahued y Salomón Chertorivski se enfrascaron en una contienda sujeta al veredicto de una encuesta que —si bien garantiza su objetividad técnica— no permite afirmar con certeza su imparcialidad, ya que habría que examinar con todo cuidado las preguntas, el universo de encuestados, su temporalidad y otros detalles demoscópicos que no merman la probidad del encuestador pero sí ponen en duda la intencionalidad de quien o quienes encargaron y pagaron la encuesta.
Lo cierto es que Alejandra Barrales será la candidata del Frente en la Ciudad de México contra Claudia Sheinbaum de Morena, dos mujeres de trayectorias personales distintas y distantes pero comunes en su labor en la plomería política de la capital del país. Contra ellas, Mikel Arriola, sin experiencia política ni partidaria, lleno de ideas, el lastre de un pri local inexistente y la ilusión política de que la ciudadanía elige con base en razones y argumentos y no por otros factores.