En su intervención del 24 de septiembre del año pasado en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el presidente Enrique Peña Nieto anunció que “México ha tomado la decisión de participar en las acciones de mantenimiento de la paz (…) realizando labores de índole humanitaria en beneficio de la población civil. Nuestra participación atenderá a un mandato claro del Consejo de Seguridad y se apegará a los principios normativos de política exterior que establece nuestra Constitución”.
Sin lugar a dudas se trató de un anuncio y decisión que modifica e impulsa la visibilidad de nuestro país en el concierto internacional.
Recordemos que de inmediato surgió, como era natural, una polémica respecto de si esa afirmación implicaba que militares mexicanos participarían en dichas operaciones.
Para ratificar la determinación, el pasado viernes 13, hacia las 16.30 horas, en un muy importante comunicado conjunto de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina-Armada de México, se anunció el despliegue de dos integrantes de las Fuerzas Armadas como oficiales de Estado Mayor en la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (Minustah) y de otros dos como observadores de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (Minurso).
Pero antes de continuar, veamos algunos relevantes antecedentes de esta postura clave de la política exterior de México.
Vocación
Fue en el decreto de reforma al artículo 72 de la Constitución, publicado el 13 de noviembre de 1874, cuando se incluyó el inciso B para precisar como facultad exclusiva del Senado la salida de tropas del territorio nacional a petición del presidente de la República. En la actualidad dicha atribución del Senado se encuentra en el artículo 76, fracción III.
Como se observa, se trata de un asunto de primer orden que caracteriza a la política exterior de México desde hace casi 141 años y ha representado en el ambiente internacional un botón distintivo de la vocación diplomática nacional.
Seleccionar los escenarios de participación conforme a los acuerdos del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debe ir de la mano del tutelaje de los intereses del Estado mexicano en materias de defensa y seguridad nacionales.
Las misiones anunciadas tienen una notable carga humanitaria, sin que esto implique una disminución de la relevancia propiamente militar. Reconstruir Haití, desde las operaciones del Estado Mayor, integrado por militares de distintos países encabezados por el comandante de la fuerza, teniente general Jose Luiz Jaborandy, de Brasil, busca lograr la estabilización luego de un complejo e inestable proceso de transición política que se vio severamente afectado por el fuerte terremoto del 12 de enero de 2010.
En el caso de Marruecos y el Sahara Occidental se trata de un proceso con etapas caracterizadas por los violentos enfrentamientos entre los bandos del gobierno y de la organización Frente Polisario.
A partir de abril de 1991 hay una presencia negociadora de Naciones Unidas en el terreno. La aceptación para la realización de un referéndum vinculante pretende que la población decidida si Marruecos continúa con su actual unidad geográfica o se escinde parte de su territorio. Como quiera que sea, se trata de una solución política y pacífica. El comandante de la fuerza es el general de división Imam Edy Mulyono, de Indonesia.
Para México y sus Fuerzas Armadas es un paso muy importante.