Dentro de la metodología de las Ciencias Sociales, por lo que corresponde al estudio de las tendencias predominantes en el presente y sus consecuencias en el futuro, hay tres. El escenario positivo, el negativo y el inercial. Cada uno a su vez procesa determinadas variables existentes, probables e improbables. Este tipo de estudios gozan de una enorme popularidad entre los despachos de consultoría y asesoría. Llamados también de prospectiva, con frecuencia los gobiernos en varias partes del mundo toman decisiones en función de algunos hipotéticos escenarios, acompañados, desde luego, de las insustituibles encuestas y sondeos de opinión. El principal recurso en la toma de decisiones y por lo tanto en la interpretación de los escenarios es el tiempo, en este caso, son dos años los que le restan a la administración del presidente Peña Nieto.
En la víspera del inicio del quinto año de gobierno tenemos las condiciones analíticas y los recursos comparativos suficientes como para poder analizar, de forma breve, las opciones que la metodología de los escenarios contempla en su primera fase. El escenario positivo se distingue lo que el analista o funcionario desea que ocurra, considerando variables presentes y susceptibles de ocurrir. Por ejemplo, el descubrimiento de un enorme yacimiento de petróleo y gas. O el anuncio de una cuantiosa inversión en infraestructura. O la definición de una política exterior de referencia mundial, y así por el estilo. También, la real disminución en los porcentajes de pobreza y un sostenido incremento en el crecimiento de la economía y por lo tanto del Producto Interno Bruto.
El escenario negativo, con el que por cierto muchos despachos juegan para o bien generarse espacios en medios de comunicación o para mantener “en el filo de la butaca” a sus clientes y potenciales clientes, es quizá el más fácil y sencillo de organizar. Una devaluación abrupta; caída aguda de los precios del petróleo; aumento en las tasas de violencia criminal; debilitamiento en general de las instituciones, incluyendo a los gobiernos municipales y estatales; pérdida de confianza de la ciudadanía en la forma en que se administra e imparte la justicia; deterioro en el prestigio del Poder Legislativo; mayores y más violentas expresiones de protesta social; que no son sino evidencias que ya tienen, pero que con el paso del tiempo se agudizan con el riesgo de colapsar alguna parte importante en el funcionamiento cotidiano del Estado.
Inercia
El escenario inercial es aquel que dada la fuerza o incapacidad para modificar las variables que condicionan el desarrollo de la toma de decisiones, no se pueden o desean alterar. Si hay aspectos que deterioran o que benefician a la forma de gobernar y conducir los asuntos públicos, la inercia puede parecer un escenario aceptable, sobre todo en la recta final de una administración, como es el caso. Pero también, si la inercia está caracterizada por la activa presencia de factores negativos, tienen a convertirse, desde luego, en un escenario negativo. Así por ejemplo, que se prolongue en los meses el conflicto magisterial o bien que no se reduzcan los índices generales de violencia sino que se mantengan en una constante comparativa. Esto, desde luego, va a llevar a un escenario de alto riesgo a pesar de que queda un tercio tramo por recorrer, es decir, los dos años que, recordemos, es la variables fundamental para la toma de decisiones.
Las dos preguntas básicas son: si se quiere optar por el escenario positivo, que es lo lógico y consecuente ¿hay una hoja de ruta para hacerlo? Y la segunda, no menos relevante: ¿cómo se van a contrarrestar las principales variables negativas para evitar el escenario también negativo? No falta mucho para enterarnos de las respuestas.