El Código de Justicia Militar en tareas de rescate

Las sociedades y cientos de comunidades deben hacer frente a la fuerza creciente de fenómenos meteorológicos que arrasan con poblaciones,

Javier Oliva Posada
Columnas
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Ejercito: soporte indispensable.
Foto: NTX

Cada vez con mayor frecuencia podemos observar y enterarnos de que ante las evidencias del cambio climático las sociedades y cientos de comunidades deben hacer frente a la fuerza creciente de fenómenos meteorológicos que arrasan con poblaciones, infraestructura, campos de cultivo y, en general, con todo lo que encuentran a su paso.

Desde el sismo y maremoto en Fukoshima, Japón, hasta el diluvio en la Costa Chica de Guerrero, la fuerza con la que actúa la naturaleza sobrepasa cualquier previsión.

Los recursos con los que cuentan Estados y gobiernos siempre resultan escasos. Las exigencias para recuperar en el menor tiempo posible la vida cotidiana y fuentes de trabajo va en aumento, pero la primera reacción y respuesta para atender lo mejor posible a las zonas afectadas es de las Fuerzas Armadas.

La explicación radica en dos aspectos que les son centrales y les identifican y distinguen en cuanto a organización: la disciplina y el adiestramiento.

En México, como lo vemos en estas semanas, han sido los integrantes del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada quienes han llevado el papel central en los procesos de rescate de personas y bienes. También han desempeñado una función vital en el reparto de víveres y ayuda a los miles y miles de afectados.

De nueva cuenta ha aflorado la voracidad de comerciantes y el lucro político de funcionarios menores (en cuanto a su calidad moral) para tratar de favorecer a determinados grupos cercanos a sus intereses. No extraña, entonces, que la población, en medio del agobio, solicite que sean los militares quienes se encarguen de una oportuna distribución.

Valores

La posibilidad que tiene, en particular, el Ejército mexicano —dada su reconocida trayectoria— para solventar ese tipo de calamidades a partir de la creación del Plan DN-III en 1965 nos debe recordar que la capacidad de previsión y respuesta radica en la estructura jerárquica, la disciplina y el adiestramiento.

Allí está, por ejemplo, la serie de desalojos y ensayos en torno del volcán Popocatépetl: son formaciones militares las que dirigen los primeros pasos para la evacuación de decenas de miles de pobladores en los estados de la República que podrían verse afectados por una erupción mayor.

Ante esas y otras verdaderas amenazas es que llama la atención la persistencia de algunos grupos y organizaciones para tratar de debilitar el sentido fundamental y factor de cohesión de las Fuerzas Armadas de México, representados en el contenido del Código de Justicia Militar, cuando es precisamente gracias a esa ley que el prestigio y aceptación popular se convierten en el principal apoyo de la institución armada en nuestro país.

Seguir discutiendo en función y a propósito de supuestas tendencias internacionales, justo cuando los integrantes de las Fuerzas Armadas de los países protagonistas en el ámbito militar (China, Rusia, Francia o Estados Unidos) no están sujetos a normatividades internacionales resulta, por lo menos, contradictorio.

Analizar lo que puede ser un Ejército sin la fuerza centrífuga de la disciplina en las tareas de rescate y salvamento equivale a la pérdida del único recurso institucional que permite recuperar la normalidad en el corto plazo. En efecto: es principalmente debido a la disciplina que los soldados, y militares en general de nuestro país, han recibido el reconocimiento nacional e internacional.

Valor que sumado a otros como vocación de servicio, institucionalidad y patriotismo, les convierte en un soporte indispensable para la nación.