Los delfines se encuentran entre las opciones más conocidas de terapia asistida para los niños con autismo, síndrome de Down y otras discapacidades de desarrollo neurosicológico. En los programas de terapia asistida con delfines los niños con autismo pueden nadar con estos mamíferos en el acuario. Por lo común, los menores están encantados de jugar con ellos, pero no hay evidencia científica que demuestre que esa terapia es eficaz.
De hecho, sin embargo, los programas de trabajo los diseñan expertos y los desarrollan terapeutas que hacen que los pacientes, de dos y más años, interactúen con los delfines en las albercas, donde reciben de los cetáceos las ondas ultrasónicas que se afirma generan endorfinas y otras sustancias que ayudan a mejorar la conexión entre las neuronas e incentivan el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales.
Aunque muchos investigadores sostienen que estos animales inteligentes sí pueden ayudar a las personas que viven con trastornos neurológicos, lo cierto es que sigue siendo un tema controvertido, porque solo se tienen los reportes de padres, cuidadores directos y/o terapeutas que notaron algún cambio en sus niños con autismo.
Para solventar esta realidad Erika Yolanda Aguilar del Villar, maestra en Informática Avanzada por la Universidad de Barcelona, creó un programa computacional para determinar la eficacia de la terapia asistida por delfines en pacientes y contribuir al aporte de un sustento científico en este asunto.
La innovadora mexicana cursa actualmente el doctorado en Ingeniería de Sistemas, de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) y en entrevista con Vértigo profundiza: “Con el sistema de análisis fractal electroencefalográfico para niños con autismo busco sentar las bases de una metodología holística e integral que ayude a conocer los cambios en la actividad cerebral de los pacientes para lograr una atención especializada”.
El programa de cómputo creado por Aguilar del Villar obtuvo el Premio al Mejor Software 2022 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en la categoría de posgrado.
Sobre el novedoso sistema computacional, explica que mide por medio de una diadema electroencefalográfica la actividad cerebral de los infantes antes, durante y después de una delfinoterapia.
De acuerdo con la especialista, con el registro de estas mediciones un neurólogo puede valorar el estímulo que los pacientes tienen durante una terapia, estudiar los puntos en que se genera mayor reacción, así como comparar las gráficas en los diferentes momentos para crear un plan personalizado.
Cabe aclarar que la terapia asistida por delfines no previene ni cura las condiciones siconeurológicas: su objetivo solo es rehabilitar y estimular a personas con desórdenes en el sistema nervioso central o con trastornos síquicos.
Lo cierto y comprobado es que estos cetáceos transmiten ondas ultrasónicas de alta frecuencia y amplitud diversa, las cuales generan una gran producción de neurotransmisores que activan las neuronas.
Instrumento
El software ideado por Aguilar parte de la capacidad de los delfines de sentir los campos eléctricos de los humanos, quienes a su vez intentan comunicarse usando las mismas frecuencias. Así las cosas, las emisiones acústicas pueden generar cambios en la actividad de las ondas cerebrales humanas, lo que ayuda a las personas para el tratamiento de afectaciones sicológicas, neurológicas o emocionales.
Con el firme propósito de ir más allá del ámbito de la academia, Aguilar del Villar presentó un proyecto para desarrollar un área científica en Delfiniti Ixtapa, una empresa dedicada a ofrecer diversos programas de nado con delfines, uno de ellos dedicado a la delfinoterapia para niños con trastorno del espectro autista (TEA).
El delfinario de clase mundial no dudó en colaborar con el equipo de la especialista para fundamentar con datos científicos cómo el cerebro de un niño dentro del espectro autista manifiesta ciertos avances en aspectos como atención, lenguaje o movilidad al entrar en contacto con estos mamíferos marinos. Incluso hoy media un convenio con Delfiniti Ixtapa para integrar estudios científicos acerca de la influencia que esta especie marina tiene en pequeños con autismo.
El software inventado por la estudiante de doctorado se denomina Mi Príncipe Azul porque este color representa o simboliza la condición de una persona con TEA. También como reconocimiento a Autism Speaks, quien usó el azul como color corporativo y en 2010 lanzó la campaña Light It Up Blue, destinada a iluminar de azul edificios el día 2 de abril como forma de visibilizar el autismo.
Con un equipo integrado por los investigadores de ESIME Zacatenco, Oswaldo Morales Matamoros, Jesús Jaime Moreno Escobar y Ricardo Tejeida Padilla, la joven innovadora efectuó pruebas del software en la plataforma Matlab, sistema de cómputo numérico, a 25 niños con autismo en Delfiniti Ixtapa.
De lo hasta ahora alcanzado, estima que esta herramienta tecnológica permite obtener y visualizar todas las imágenes donde se aprecian los estímulos que tiene en el cerebro un niño en la delfinoterapia para instrumentar una solución más favorable en cada caso.
Además, la creadora del software ha decidido que este será de uso libre para beneficio de las personas que lo necesiten y, por otra parte, anuncia que ya trabaja en el diseño de una cuarta versión con el objetivo de hacer más amigable la interfaz. Igualmente, reitera que este programa de cómputo tiene el propósito de auxiliar a los expertos en la interpretación y registro de datos para detectar el mejor estímulo en cada niño, o sea, alcanzar una efectiva terapia personalizada.
Autista, uno de cada 115 niños
En México los trastornos del espectro autista afectan a uno de cada 115 niños. Para ayudar a los menores a desarrollar su lenguaje y a tener interacción social básica, son fundamentales los primeros 18 meses de vida, estima Diana Patricia Guízar Sánchez, académica de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Estudios de la fundación Autism Speaks muestran que los casos diagnosticados en nuestro país son causados principalmente por factores genéticos hereditarios, aunque también pueden relacionarse con infecciones congénitas agrupadas en el perfil TORCH (toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus y herpes).
Lo ideal es hacer el diagnóstico antes de los tres años de vida. Estos trastornos se deben a alteraciones en la formación del cerebro, que comienza desde que el bebé está en el útero de su madre. Además, los primeros dos años de vida son una etapa en la que debe vigilarse el buen avance neurológico a partir del desarrollo social, emocional, motor (fino y grueso) y del lenguaje.