La crisis global de salud que agobia a nuestro mundo pone en relieve otras amenazas como las superbacterias: microbiólogos y bacteriólogos advierten que muchos antibióticos dejan de ser efectivos porque las bacterias se vuelven resistentes a ellos.
De hecho, la resistencia a los antibióticos de varios patógenos aumenta debido a su uso indiscriminado tanto en la práctica clínica como en la automedicación o los tratamientos incompletos
Se trata de superbacterias, cepas de microorganismos capaces de mutar su ADN a lo largo de generaciones para sobrevivir. Cuando se les ataca con fármacos entran en una situación de estrés que les induce a captar el ADN de otras bacterias a las que no les afecta un antibiótico determinado.
Nada más hay que imaginarnos a un numeroso ejército de estos organismos protegidos por una barrera defensiva multirresistente que puede repeler la acción de numerosos fármacos a la vez.
Esta creciente resistencia motiva la búsqueda de nuevos compuestos o estrategias capaces de inducir o aumentar la toxicidad a dichos organismos. Por ejemplo, en el Instituto de Biotecnología de la UNAM un grupo de investigadores que lidera el doctor Gerardo Corzo inventó una composición de novedosos péptidos (cadenas cortas de aminoácidos) con actividad antibiótica, la cual se combina con antibióticos comerciales que recuperan su capacidad destructiva.
Contactado por Vértigo, el doctor Corzo explica: “Logramos la actividad sinérgica de péptidos sintéticos, diseñados a partir de péptidos naturales aislados del veneno de alacranes, que combinados con antibióticos comerciales disponibles en el mercado muestran efectividad para el control in vitro del crecimiento bacteriano y asimismo se protegen composiciones farmacéuticas de mezclas adecuadas para el control o eliminación de bacterias que causan enfermedades graves”.
La opción de este experto en Biología Molecular de usar composiciones de antibióticos comerciales existentes combinándolos con nuevos antibióticos de orden peptídico suena esperanzadora frente a una realidad tan urgente como la resistencia antimicrobiana, que podría acabar con siglos de avances médicos y dificulta o en ocasiones hace imposible tratar enfermedades como neumonía, tuberculosis e infecciones de vías urinarias, entre otras.
Esta singular investigación fue posible gracias a la vinculación industrial entre la UNAM y la empresa Laboratorios Liomont, líder en la producción nacional de antibióticos.
Precisamente por esta invención específica dirigida al sector de antibióticos para infecciones bacterianas la Máxima Casa de Estudios y la farmacéutica mexicana obtuvieron la patente correspondiente a la composición de nuevos péptidos con acción antibacteriana que abre la posibilidad de un futuro fármaco.
El científico de la UNAM reitera que la patente protege la estructura de dos moléculas con actividad antibiótica y además cubre la combinación de estas estructuras (nuevas moléculas) con combinaciones de antibióticos convencionales.
Profundiza: “Antibióticos como la penicilina y la retromicina tienen una actividad antibiótica, pero muchas bacterias patógenas se han hecho resistentes. Estos antibióticos comerciales solo tienen efecto mediante altas concentraciones. Esto es en detrimento del paciente y de la misma naturaleza, porque al incrementar la dosis del antibiótico de igual forma se genera la proliferación de bacterias resistentes”.
Combinación de antibióticos
Conocedor de péptidos y proteínas con función antimicrobiana, desvela: “Otra ventaja con estas moléculas antibióticas es que al combinarlas con estos antibióticos comunes su poder microbicida es mucho mayor. Realmente se necesitaría muy poca concentración de estos antibióticos comunes más una dosis de las nuevas moléculas. Además, a nivel biológico sucede que estas moléculas generan hoyos o poros en la membrana de las bacterias, lo que provoca la disfunción de moléculas que están en el exterior. Sin duda la bacteria está más propensa a ser destruida con la mezcla de estas dos moléculas”.
El académico detalla que el péptido es un polímero de aminoácidos que forma la molécula. Es importante recordar que la secuencia de aminoácidos genera una molécula nueva. Esto da miles de posibilidades porque hay miles de aminoácidos en la naturaleza. La misma naturaleza crea péptidos o polímeros aminoácidos para protegerse. Estos péptidos se encuentran en venenos de arañas, alacranes, ciempiés, chinches y serpientes.
Lo que intentan el doctor Corzo y su equipo es ubicar esas moléculas con actividad antibiótica en esta fuente de material biológico. “Una vez que lo descubrimos lo que hacemos es profundizar y ver cuál es la estructura de esa molécula, su naturaleza peptídica y la secuencia de aminoácidos”.
Familiarizado con la bioquímica de venenos de animales ponzoñosos, manifiesta que estos antibióticos peptídicos también se caracterizan por ser microbicidas selectivos contra cierto tipo de bacterias o de patógenos. Por ejemplo, si una rana o araña están expuestas en su hábitat a cierto tipo de bacterias van a generar un veneno específico que pueda contrarrestar a esos microorganismos.
Con el fin de ilustrar cómo es el largo y arduo proceso de investigación el especialista enumera que primero “hay que ubicar y tener estructuras proteicas y luego probar su eficacia contra un número indeterminado de bacterias patógenas al humano. Sin embargo, igualmente es crucial ver si no son citotóxicas, porque muchas de estas proteínas peptídicas son tóxicas a glóbulos rojos o a algunas células humanas. En síntesis, las moléculas pasan por un filtro para saber qué estructuras son viables como un agente terapéutico”.
En el caso particular del antibiótico péptido de la UNAM sostiene que la molécula tiene como origen el veneno de alacranes; no obstante, este antimicrobiano ha sido modificado a nivel molecular en el laboratorio. Este procedimiento obedece a que resulta imposible sacrificar a cientos de miles de alacranes.
También destaca que a nivel de investigación básica la combinación de los antibióticos reduce la actividad de bacterias como la Staphylococcus aureus que afecta mucho el padecimiento de pie diabético. Además, las pruebas de concepto indican de igual forma la reducción del número de bacterias que atacan la piel. El antibiótico funciona en el tratamiento del acné y la dermatitis aguda. A nivel sistémico se utiliza en el tratamiento de la salmonelosis mediante la inyección intravenosa de los péptidos; el nuevo antimicrobiano disminuye estas bacterias en el torrente sanguíneo y en el hígado. Los creadores de los péptidos sostienen que estos funcionan en 99% para infecciones tópicas y ciertas enfermedades como la sepsis, la Pseudomonas aeruginosa (causante de neumonía y sinusitis) y Escherichia coli (que produce diarrea hemorrágica).
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Corzo piensa en la posibilidad de que farmacéutica Liomont dé los pasos necesarios para desarrollar estos nuevos antibióticos péptidos que son una alternativa a las superbacterias.
Tendría que darse un salto generacional para que las grandes farmacéuticas acepten el nuevo paradigma de apostar por estas moléculas que pueden dar mejores resultados que los antibióticos conocidos.
“Ocurre que la ciencia tiene avances y logros importantes, pero la parte de negocio, del riesgo y de la inversión es demasiado cautelosa”, concluye.
Lucha contra la resistencia bacteriana
El escaso avance en el desarrollo de antibióticos pone de manifiesto la necesidad de explorar enfoques innovadores para el tratamiento de las infecciones bacterianas. El informe de la OMS sobre productos en fase de desarrollo de 2020 presenta por primera vez una visión de conjunto de los medicamentos antibacterianos no tradicionales. En él se destacan 27 agentes antibacterianos no tradicionales en fase de desarrollo, que abarcan desde anticuerpos hasta bacteriófagos y tratamientos que favorecen la respuesta inmunitaria del paciente y debilitan el efecto de las bacterias.
Mientras tanto, cada año 480 mil personas presentan tuberculosis multirresistente. La farmacorresistencia empieza a complicar también la lucha contra el VIH y el paludismo.
Desde hace años aumentan las infecciones resistentes a los antibióticos. Se estima que cerca de 700 mil personas mueren en el mundo cada año por problemas directamente vinculados a esta clase de bacterias.