CATÁSTROFE CLIMÁTICA AFECTA A ESPAÑA Y EUROPA

“El cambio climático podría acabar con la mitad de nuestras especies en solo 50 años”.

Claudia Luna Palencia
Columnas
EUROPA SEQUÍA
Bob Edme/AP

Sequía, incendios, destrucción y muerte. Las elevadas temperaturas dejando un panorama desolador. Nada más los incendios forestales arrasaron ya 790 mil hectáreas en la Unión Europea (UE). Y 46% corresponden al país ibérico.

António Guterres, titular de la Organización de Naciones Unidas (ONU), habla de “suicidio colectivo” al replicar a las grandes potencias que la acción contra el cambio climático sigue sin contar con esfuerzos serios por evitar que la temperatura global aumente a 2 grados Centígrados y cumplir con las barreras impuestas por el Acuerdo de París de limitar dicha subida a 1.5 grados.

Los expertos advierten sobre riesgos de extinción de especies vegetales y animales; también de mortandad de seres humanos; y de profundas transformaciones en los usos y costumbres de las personas porque la desaparición de las cuatro estaciones del año para dejar solo dos extremas, o frío o calor, abre paso a la necesidad de habituarse a las inclemencias.

Este verano se recordará por mucho tiempo en las ciudades europeas ubicadas en el Mediterráneo (Italia alcanzó los 42 grados), pero también en aquellas más al norte con temperaturas tradicionalmente más suaves que brillan por su ausencia en los meses de julio y agosto. En Ginebra los termómetros llegan a los 39 grados, dejando marchitas las flores del Horloge fleurie, símbolo de la ciudad suiza. En Lincolnshire, Reino Unido, la temperatura récord fue de 40.3 grados y Londres pasó varios días a 40 grados: atrás queda la ciudad de llovizna eterna, neblina y media penumbra.

Galicia, otra región fresquita en Orense, registró otro máximo histórico con varios días a 44 grados; un calor infernal más bien típico del sur de España —en ciudades como Córdoba— que propias del noroeste de la Península Ibérica. Galicia es famosa por sus constantes lluvias y clima de 20 a 23 grados.

Los estudiosos del clima hablan de temperaturas que han llegado para quedarse y de irresponsabilidad de los gobiernos por no tomar a tiempo medidas para mitigar los efectos nocivos derivados de la industrialización y las actividades de los seres humanos como generadores de gases contaminantes que afectan a la atmósfera.

Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM, por sus siglas en inglés), señala que sin el cambio climático que causa el hombre las temperaturas de 40 grados en Reino Unido “habrían sido extremadamente improbables”, pero ahora son una realidad y no precisamente pasajera porque estarán presentes por lo menos hasta 2060.

“En el futuro este tipo de olas de calor serán normales. Veremos extremos más fuertes. Hemos bombeado tanto dióxido de carbono a la atmósfera, que la tendencia negativa continuará durante décadas. No hemos podido reducir nuestras emisiones a nivel mundial”, declaró Taalas en rueda de prensa.

Dedicado al tema del clima y su impacto en la vida de los ecosistemas y los seres humanos, dijo esperar que la situación actual sea una llamada de atención para los gobiernos, con un impacto electoral en los países democráticos.

Impactos

Cuando suben las temperaturas mínimas y también se elevan las temperaturas máximas hay consecuencias en la salud del ser humano, sobre todo en personas mayores, niños, recién nacidos y enfermos con determinadas patologías e inmunodeprimidos.

De acuerdo con el Instituto de Salud Carlos III de Madrid, en España han fallecido en datos preliminares (julio pasado) dos mil 200 personas afectadas por golpes de calor. Tan solo el 19 de julio murieron 184 personas por este trastorno y no únicamente mayores sino también trabajadores cuya actividad se realiza a la intemperie, desde obreros hasta encargados de la limpieza de las calles.

La OMM señala que las olas de calor durante el apogeo del verano representan un peligro sustancial para la salud humana y son potencialmente letales. “Este riesgo se ve agravado por el cambio climático, pero también por otros factores como el envejecimiento de la población, la urbanización, las estructuras sociales cambiantes y los niveles de preparación. El impacto total solo se conoce después de unas pocas semanas, cuando se han analizado las cifras de mortalidad”, según el organismo.

María Neira, directora de Medio Ambiente y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), puntualiza que cuando una ola de calor va acompañada de altos niveles de contaminación exacerba las enfermedades y afecciones respiratorias y cardiovasculares, especialmente en grandes espacios urbanos no adaptados para hacer frente a estas altas temperaturas.

“Llevamos mucho tiempo alertando de que el cambio climático afecta gravemente a la salud humana y, por lo tanto, será extremadamente importante tomar medidas para alcanzar el carbono cero y acelerar la transición hacia fuentes de energía limpias y renovables”, señala Neira.

La amenaza es real y el cambio climático también mata. Hace unos días, preguntado respecto de la intensa ola de calor en Europa, Taalas declaró que hay 40% de probabilidades de que “la temperatura global media anual alcance temporalmente los 1.5 grados” por encima de los niveles preindustriales en al menos uno de los próximos cinco años.

El aumento de las temperaturas “significa más hielo que se derrite, niveles del mar más altos, más olas de calor y otros eventos meteorológicos extremos, y mayores impactos en la seguridad alimentaria, la salud, el medio ambiente y el desarrollo sostenible”, en opinión del directivo.

Embalses en mínimos

Otro rostro desagradable de la actual crisis climática tiene que ver con la sequía: ríos, lagos y embalses de agua dulce están en mínimos históricos, con los caudales bajísimos poniendo en riesgo no solo el consumo de agua para el ser humano sino también el transporte de mercancías.

Alemania está a punto de prohibir la navegación en el Rin: uno de los ríos más importantes, caudalosos y largos de Europa (longitud de mil 230 kilómetros) está secándose. Su valor es vital porque atraviesa, como lo indica la Fundación Aquae, desde el Graubünden en el sureste de los Alpes suizos, hasta Liechtenstein, Austria, Alemania, Países Bajos y finalmente desemboca en el Mar del Norte.

Las autoridades portuarias germanas estudian la posibilidad de suspender el tránsito de los barcos de cruceros de pasajeros en plena época de vacaciones de verano, cuando se ha recuperado el sector tras el paro que provocó la pandemia de coronavirus.

Pero hay más: si continúa descendiendo el nivel del río también se pone en peligro el transporte fluvial de mercancías, que para la economía alemana es importante porque moviliza cereales, derivados químicos y otros bienes y mercancías.

Que falte el vital líquido es altamente intranquilizador. Las guerras por el agua han marcado el pasado y seguramente estarán presentes en el futuro si no se logra vencer al cambio climático con ciencia, inteligencia y resiliencia. Hasta el mes de julio 60% de la superficie de la UE, estaba en sequía.

Javier Caamaño, director del Global Security Center de Mapfre, destaca que la falta de agua seguirá siendo un motor de los movimientos migratorios. Para 2030, según la ONU, podría desplazar hasta 700 millones de personas.

“Las sequías llegan a latitudes cada vez más amplias y los estudios que maneja la ONU creen que para 2050 podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial; entre cuatro mil 800 y cinco mil 700 millones de personas vivirán en zonas con escasez de agua durante al menos un mes cada año; frente a los tres mil 600 millones de personas actuales”, explicó.

El desafío es inmenso. Como analista, Caamaño cree que el descenso de los niveles de reservas hídricas, acompañado de restricciones en el suministro de agua o las olas de incendios, pueden desembocar en la temida degradación de los suelos fértiles.

Aquí en España los embalses están en su peor nivel de los últimos 30 años. Todo se suma en contra: la sequía mantiene los mantos acuíferos en 39.2%, el nivel más bajo desde 1995. Ya hay varias ciudades con restricciones y racionamiento de agua, con comunidades autónomas afectadas como pasa en Galicia, Andalucía y Cataluña.

En Galicia los ayuntamientos de Pontecaldelas, Poio, Bueu y Sanxenxo, entre otros, llevan días con recortes en los grifos que podrían extenderse a cortes nocturnos. Pero hay otros municipios afectados también al interior de Orense.

La misma situación se da en Cataluña, con limitaciones de agua en 150 municipios. Y en Andalucía los embalses están al 30% de su capacidad. La situación es dramática con restricciones en el consumo de agua desde Huelva a Córdoba; y en Málaga el embalse de la Viñuela está a 12% de su capacidad.

Siempre ha sido limitada en Europa la disponibilidad de estos recursos y por eso su histórico ímpetu de salir hacia el océano en busca de la diversificación y del dominio.

Las decisiones —tanto en España como en Europa— deberían tomarse con mayor rapidez en materia de prevención y de mitigación. El panorama es incierto y la ciudadanía solo asume las decisiones de sus respectivas autoridades: el otoño y el invierno, con racionamientos eléctricos y en algunas partes también en el uso del agua.

El futuro no pinta nada bien. La ciencia y la tecnología deben ser impulsadas para encontrar esa vacuna que evite una tragedia por falta de agua en un continente urgido por reducir sus vulnerabilidades. El cambio climático llegó para quedarse: debe combatirse con resiliencia e ingenio.

Asunto político

El cambio climático vive ya un manoseo político convertido en moneda de chantaje entre potencias: recientemente China, a colación de la crisis desatada por Taiwán ante la visita de Nancy Pelosi, decidió romper sus lazos de cooperación con Estados Unidos en el rubro de justicia, asuntos militares y, por supuesto, cambio climático.

Los dos máximos emisores de CO2 en el mundo, China y EU, tienen un diálogo empantanado en un tema tan altamente sensible y como si no fuese prioritario.

De acuerdo con Clima Trade China emite al año en promedio diez mil 65 millones de toneladas de carbono y la Unión Americana cinco mil 416 millones de toneladas del mismo gas.

Jeffrey Sachs, director de The Earth Institute, destaca la relevancia de limitar el aumento de la temperatura global en menos de 2 grados Centígrados porque sobrepasar ese límite implicará llevar a los ecosistemas a enfrentarse a una extinción en la que solo sobrevivirá la ley del más fuerte.

El Acuerdo de París pone barreras y lo hace a partir de los 1.5 grados Centígrados para con ello generar una implicación de las políticas públicas y la acción privada orientada a la reducción y el control de las emisiones de los Gases de Efecto Invernadero (GEI).

Michael Mann, director del Centro de Ciencias del Sistema Terrestre de la Universidad de Penn State, señala que el persistente aumento en la temperatura mundial es “un recordatorio” de que mientras las personas se preocupan por la pandemia existe “otra crisis todavía más fuerte” de fondo.

Hay datos alarmantes: “El cambio climático podría acabar con la mitad de nuestras especies en solo 50 años; los glaciares terminarían desapareciendo antes de que concluya el siglo; hay una elevadísima concentración de CO2 en la atmósfera que tenderá a agravar los efectos nocivos en las poblaciones provocando más desplazamientos, más refugiados y nuevas catástrofes”.

Si la biodiversidad se altera impacta a los ecosistemas y termina lastrando la vida orgánica, haciendo que la cadena biológica resquebraje comenzando por la muerte de microorganismos hasta grandes especies. Un fenómeno devastador.