En 1936, John Maynard Keynes dijo en su célebre The general theory of employment, interest and money: “Si la Secretaría del Tesoro rellenara botellas viejas con billetes de banco, las enterrara en profundidades razonables de minas de carbón ya en desuso, las dejara allí para que las extrajeran de nuevo empresas privadas siguiendo los principios bien probados del laissez-faire y así recuperaran esos billetes… no habría más desempleo”.
Es que para don John lo único importante es que la gente tenga empleo y así devengue un ingreso que le permita consumir, etcétera. ¿Haciendo qué? Eso no importa. Haciendo lo que sea, cualquier cosa. La calidad del empleo es irrelevante. Si ese trabajo produce riqueza o la destruye; si ayuda a otros o los estorba, es irrelevante.
Es también famosa su receta de reclutar masas desempleadas y dividirlas en dos: una mitad va cavando agujeros en la tierra, mientras que la otra mitad va detrás, llenándolos.
O aquel gran proyecto chino en que la excavación para una gran presa la estaban haciendo obreros a pico y pala, en vez de bulldozers. Cuando se le preguntó al director de la obra a qué se debía eso, respondió que se trataba de un proyecto de empleo, más que de infraestructura. “Entonces —le preguntó el intrigado—, ¿por qué no usan cucharas y cuchillos, en vez de picos y palas?”
Hoy Paul Krugman evoca a don John y para reanimar la economía propone que el gobierno invente una invasión alienígena para que millones de hoy desocupados se ocupen en preparar la defensa. Su labor no servirá nunca para nada, ¡pero ellos estarán empleados!
Imposible parar
Otra mente brillante, el mandamás de la Fed, Ben Helicóptero Bernanke, sigue la misma línea. Ha inyectado tal Amazonas de liquidez en la economía, vía quantitative easing (QE), que su mera sugerencia de que tal vez puede ceder un poquito en su ímpetu impresor causó un terremoto en los mercados financieros. Por eso está condenado a seguir administrando jeringazos al infinito, porque sabe que si los interrumpe o siquiera los suaviza, generará un colapso de abstinencia tamaño caguama.
El problema es que el desempleo sigue altísimo, a pesar de las burradas de dinero inyectadas en cinco años de crisis (como un anglo-trillón de dólares al año). ¡Eso no cuadra con la doctrina keynesiana!
Por eso le proponen esta brillante idea de keynesianismo químicamente puro: ¿Por qué no don Ben elimina al intermediario (la economía) y contrata él directo? ¿Para hacer qué? ¡Contar! Específicamente, contar el dinero que él mismo está creando. Todo ha sido ya perfectamente calculado. Su trillón anual alcanzaría para pagar 100 mil dólares al año a diez millones de personas (contadores, supervisores, personal auxiliar, office boys) para llevar la cuenta de todo el dinero que está creando don Ben. Empleos de calidad: ocho horas diarias, dos semanas pagadas de vacaciones al año, diez días feriados oficiales.
¿Ridículo? Seguro, pero no más de lo que se está haciendo hoy.