¿Sed de poder?

Guillermo Fárber
Columnas
Presa
Foto: Creative Commons

Hace un mes comenté en estas páginas el sórdido caso de la desacralización del segundo elemento básico de la naturaleza: el agua. Antes fue la tierra y luego seguirá el aire. ¿O no te parecía, hace medio siglo, tan inverosímil tener que beber solo agua embotellada, como ahora te parece tener que pagar por respirar? En fin, es el signo de los tiempos. Lo que antes eran dos derechos humanos básicos, hoy no son sino otras mercancías más.

Ahora quiero contarte este relato que parece de ciencia ficción negra y quizá no sea sino justamente eso.

La historia la narra Jim Willie, quien la escuchó de un tal JacksonG de California. Cuenta este que tuvo un encuentro fortuito y fugaz, de diez minutos o poco más, hacia las 6:30 de la mañana, en 2006 en Salem, Oregon, en la cafetería del hotel en que se había hospedado, con un tipo de edad mediana que se identificó como ingeniero canadiense. No hubo tiempo siquiera para intercambiar nombres. Tocaron el tema del mercado inmobiliario, que entonces estaba en plena burbuja. Todavía todo el mundo sostenía la ilusión (espectacularmente reventada apenas dos años después), de que “las casas y terrenos nunca bajaban de precio”.

El canadiense, con aspecto de cowboy pero de hablar refinado, le dijo sin más que no era recomendable comprar propiedades en California. Él estaba en EU como parte de un proyecto para enviar agua de la enorme bahía de Hudson en Canadá (la segunda mayor del mundo) a California. Aunque la bahía es marina, explicó, su agua superficial es dulce, pues procede del derretimiento de los glaciares adyacentes.

¿Llover sobre mojado?

El plan era construir un acueducto paralelo al río Mississippi, con ramales hacia Nevada y California, en previsión de “la sequía que se esperaba en California”. ¿Cuál sequía?, pensó JacksonG. El proyecto sonaba absolutamente descabellado. ¿Y los grandes embalses de California como los lagos Mead y Tahoe, la presa Hoover y muchos otros? “Este tipo está chiflado”, fue su dictamen inmediato.

Pero ahora, ante la megasequía que afecta a California (productora de la mitad de las frutas y verduras de EU), JacksonG recuerda a ese “chiflado” y se pregunta cuánto faltará en anunciarse un nuevo acueducto propiedad de los usual suspects oligarcas y financiado por el gobierno gringo.

¿Recuerdas la película Chinatown (1974), de Roman Polansky? El filme, considerado “clásico y de culto”, versa sobre la trama de un jugoso negocio inmobiliario creado a partir de la manipulación del sistema de agua de la ciudad de Los Ángeles. Codicia desatada. Nada nuevo, pues.

Lo que le añade a la historia el giro perverso que tanto nos gusta a los conspiranoicos es que esta sequía no es “natural” sino inducida por ese villano favorito llamado HAARP (capaz de producir sismos, inundaciones, sequías y toda clase de fenómenos “naturales” en cualquier parte del planeta).

Conste que te lo advertí: pura ciencia ficción negra. ¿O no?