Este concepto de utilidad marginal lo acuñó Carl Menger (1840-1921), el fundador de la escuela austriaca de economía, a mediados del siglo XIX en Viena.
El más afamado de sus seguidores ha sido probablemente Ludwig von Mises (1881-1973), quien no dio debida atención al concepto y esa es tal vez su falla más importante, como señala hoy Antal E. Fekete (1932).
Fekete está fundando la NASOE (New Austrian School of Economics) para retomar y ampliar las enseñanzas de Menger usando su metodología básica: el análisis marginal, o marginalismo.
Hay que leer con sumo cuidado su ensayo Critique of Mainstream Austrian Economics . Es un texto importantísimo, yo diría que indispensable, para todo sinceramente interesado en este campo. Tiene el potencial de revolucionar la teoría económica.
El concepto de utilidad marginal es muy sencillo (si antes no lo enreda un economista típico, claro está): imagínate que estás en una cena y tu anfitriona te sirve un pedazo de pastel como postre.
Tú lo paladeas: ¡delicioso!
Entonces ella te ofrece una segunda porción.
Tú, cortésmente, declinas.
Tal vez ella pensará que no te gustó, pero estará totalmente equivocada.
Lo que pasa es que el pastel pasó en tu mente de la prioridad A a la B, mientras que la opción “Ni una tajada más”, al revés, pasó de la posición B a la A.
Nota la diferencia: no estoy haciendo un juicio sobre el total de los bienes disponibles.
Simplemente estoy decidiendo con base en mi percepción sobre la unidad incremental de dicho bien.
La diferencia es abismal… aunque la señora del pastel quizá no la capte (y la mayoría de los economistas tampoco).
Otro huevo de Colón
Este fenómeno de la utilidad marginal, que parece tan trivial, perogrullesco incluso, fue para la generación de Menger tan deslumbrante como el descubrimiento del vuelo, la electricidad o la evolución; fue un giro radical de paradigma que cambió toda su visión sobre la realidad social.
Hasta ese momento los economistas discutían al infinito (como ha sido siempre su costumbre) acerca del valor de un bien dado.
Por ejemplo, el agua es un bien invaluable; sin ella no hay vida, simplemente.
Pero entonces, ¿por qué es tan barata, al mismo tiempo que los diamantes (infinitamente menos vitales) son tan caros? ¿Significa acaso que algo anda muy torcido en la sociedad? No, para nada.
Lo que ocurre es que los precios están determinados por las opciones marginales sobre cada unidad de bien disponible.
Esto puede parecer un punto simple, pero tiene implicaciones profundas.
Aplicado al oro, explica por qué es tan valioso: su utilidad marginal es casi fija, respecto de cantidad.
A diferencia del pastel, la última pieza es tan deseable como la penúltima.
Por eso es la sustancia más mercadeable del mundo y por eso es la unidad monetaria ideal. Por eso ha sido el dinero real durante milenios.
Este es un hecho que ninguna moneda fiat ha vencido jamás… ni lo hará hoy.