La sana decisión del presidente Peña Nieto de presentar un presupuesto 2013 con un hueco nulo entre los ingresos y los egresos, seguramente tiene a nuestros keynesianos tradicionales (que son prácticamente todos los economistas gobiernícolas) jalándose los cabellos y gritándole “cobarde” porque renuncia a lo que ellos consideran una “herramienta fundamental” para financiar el gasto público.
En efecto, esos keynesianos nos han demostrado hasta el cansancio que son muy “valientes”... con el dinero ajeno. Tan “valientes” fueron durante la Docena Trágica de 1970 a 1982 (auge del keynesianismo) que dejaron hundida a la economía nacional por las siguientes cuatro décadas.
Hoy Peña Nieto anuncia el retorno a la sensatez macroeconómica. Enhorabuena: así demuestra que el valiente es él. Particularmente en este momento en que nuestro vecino imperial enfrenta el mayor problemón económico de su historia, justo porque se creyó la mayúscula estupidez de que “los déficit no importan”.
Abismo fiscal
Hace dos años, un senador gringo presentó la iniciativa Full Faith and Credit Act, cuya parte más polémica era su exigencia de que el Tesoro de EU hiciera del pago de los intereses de su deuda nacional, la primera prioridad en caso de que el techo de endeudamiento no fuera elevado por el Congreso. Su propuesta fue ridiculizada por el secretario del Tesoro Geithner como “una forma de enmascarar la moratoria con otro nombre”. Esto no fue ninguna sorpresa. Cada vez que el Tesoro se aproxima a ese “techo”, Geithner canta la misma tonada: cualquier falla en elevar dicho límite en un monto “suficiente”, precipitaría una moratoria de parte del gobierno estadunidense. Es decir, implica que un perpetuo elevamiento del “techo de la deuda” es un prerrequisito para que pueda funcionar el gobierno de EU.
Desde 1960, los ingresos normales del gobierno de EU han sido insuficientes; por eso su deuda ha crecido, año tras año, por más de medio siglo. Y peor, la deuda debe incrementarse a perpetuidad pues el gobierno no puede funcionar bajo ninguna otra circunstancia. De manera que hablar de “estrategia de salida de la deuda” o la “naturaleza temporal” de los colosales déficit actuales, no es más que retórica vacía. Hace un año ese “techo” fue ampliado en $2 billones 100,000 millones de dólares. Hoy, ese “techo” será alcanzado justo cuando el “precipicio fiscal” amenaza abrirse ante el gobierno dentro de unos cuantos días. ¿Qué pasará este fin de año? Nadie puede asegurarlo; lo único cierto es que la sangre (política) correrá a raudales.
Por algo, tanto Mr Geithner como Mr Bernanke ya anunciaron su deseo de salir corriendo para esconderse en Tahití en cuanto terminen sus respectivos mandatos (en el Tesoro y en la Fed) y no buscar otro periodo al que teóricamente tendrían derecho. Como dijera el filósofo Juan Gabriel: “¿Pero qué necesidad…” creerse esa idiotez de que “los déficit no importan” y llegar al 2013 en una situación imposible? Mejor meter el freno a tiempo, decretar un déficit cero y evitar ese espeluznante “abismo fiscal”, ¿no te parece, querido lector?