Ahora que se negocia a cualquier precio el Tratado de Libre Comercio 2.0, se debate el regreso del Estado de los setenta a la producción y se replantea el modelo educativo, México parece estarse quedando sin expectativa productiva. Apenas estamos entrando por goteo a la segunda revolución industrial —la computación para producir— y las economías desarrolladas han ingresado a la cuarta.
El gobierno federal, la empresa privada y el sistema educativo superior han perdido el enfoque del desarrollo desde la negociación del Tratado de Libre Comercio en 1991-1993: solo abrir las fronteras, subordinar la planta productiva nacional a la dinámica productiva de Estados Unidos y quedarnos con las migajas maquiladoras de las exportaciones con cada vez menor participación nacional en la producción.
La reunión de Davos 2020, del 21 al 24 de enero próximos, entrará de lleno a debatir la cuarta revolución industrial: la primera fue la introducción de las máquinas, la segunda llevó a la producción en serie con uso de tecnologías y la tercera privilegió la ayuda de las computadoras. La cuarta llevará, vía el uso de la genética y las neurotecnologías, a la fábrica automática vía softwares.
La Cuarta Revolución Industrial debiera ser prioritaria para países como México por la transición productiva impulsada por el TLC de 1993, pero al parecer el TLC 2.0 negociado con EUno se ha preocupado por entender la dinámica de evolución del capitalismo luego de la derrota de la economía socialista de Estado. Lo que busca México es solo aumentar el flujo de las exportaciones, aunque sin preocuparse por incrementar el contenido nacional.
Educación
La política mexicana de desarrollo se ha quedado estancada en la simple fase de exportación. El tratado firmado en 1993 iba a ser el gran detonador de un nuevo modelo de desarrollo con base en nuevas formas de producción industrial pero el saldo, a vistas de la firma del TLC 2.0 con Trump, no quiere reconocer el gran fracaso industrial y de desarrollo: el valor agregado nacional en los productos de exportación bajó de 54% en 1993 (año cero del TLC) a 34% en 2018, una pérdida de 25 puntos, según una indagación minuciosa del especialista Arnulfo R. Gómez.
Esta cifra quiere decir que la producción mexicana para la exportación teleciana se ha maquilizado o convertido en plantas ensambladoras de productos estadunidenses. Este modelo se reforzará en el TLC 2.0 porque México ha sido incapaz en los 26 años de tratado de construir una nueva planta industrial productiva.
La presencia de México en los Foros de Davos ha sido regular, aunque sin entender la nueva lógica de la producción y la distribución y sin aportar siquiera una comprensión de la reorganización productiva. El TLC es un ejemplo jurásico de las relaciones de producción, lo que ha revelado la parte más grave del acuerdo: EU está perdiendo la carrera productiva, aunque sigue a la vanguardia en la capacidad tecnológica y científica. En cambio Alemania encabeza la dinámica de la Cuarta Revolución Industrial o Revolución Terminator de las máquinas autónomas.
En México seguimos discutiendo puntos porcentuales del PIB, cuando el problema no radica en crecer medio punto más o menos sino en replantear todo el modelo productivo en el que la parte fundamental radica en la educación científica y tecnológica.