El anuncio del presupuesto base cero ha tomado por sorpresa al sistema económico. El alcance de esa decisión podría llevar a una reorganización total del sistema político porque los presupuestos actuales parten del reparto de gasto como si fuera un pastel o una piñata.
Si el presupuesto es política pura, la asignación de gasto se ha dado en función de acuerdos corporativos. Empezar de cero implicaría, por tanto, redocumentar las relaciones de poder del Estado y del gobierno con las representaciones de las fuerzas sociales.
De hecho, los actuales compromisos corporativos han sido una herencia del viejo régimen social que fundó la Revolución Mexicana y el PRI corporativo que nació con el Partido de la Revolución Mexicana de Lázaro Cárdenas.
De ahí la importancia de partir de cero. La oportunidad está al alcance de la mano. Los datos del reparto de cuotas de poder, por ejemplo, revelan que en el PRI la CTM ya no es más el sector clave: apenas un par de diputados donde ese organismo tenía hasta 30% del total. Y lo mismo ocurre con el otro sector corporativo fundamental del PRI: el campesino. En este nuevo reparto de cuotas la CNOP ha sido la beneficiaria, pero no por la capacidad de organización de sectores populares sino por representar más bien el canal más sin forma de canalizar recursos humanos sin representación social y más bien elitistas.
Si el sentido del presupuesto base cero podría permitir una reorganización de los compromisos, en realidad lo que falta por conocer es si la élite gobernante cuenta con la fuerza política suficiente para redistribuir el poder vía la asignación presupuestal.
Por lo pronto, hasta ahora no ha pasado la prueba del que sería el ejemplo por excelencia del presupuesto visto como ejercicio del poder: los salarios de los maestros de la coordinadora de disidentes del SNTE. Cada vez que el gobierno federal controla los cheques, protestas violentas obligan a ceder a las presiones.
Expectativas
La idea del presupuesto cero podría significar una verdadera reforma del poder político. Sin embargo, faltan datos para suponer sus resultados. Si el presupuesto es política pura, entonces los acuerdos políticos y sociales en la asignación del gasto han representado la verdadera base política de los gobiernos federales desde el triunfo de la Revolución Mexicana. La distribución presupuestal como redistribución del poder la delineó Cárdenas con el modelo corporativo del PRM y sus cuatro sectores, aunque el militar fue disuelto por Ávila Camacho.
También falta saber si el presupuesto base cero será una nueva redistribución del poder entre los sectores nuevos y viejos o si en realidad habrá una democratización del gasto público para destinarlo a la producción y no a los acuerdos corporativos. Y va a saberse si el gobierno federal tendrá la fuerza política suficiente para renegociar el poder con la oposición, porque hasta el presupuesto para 2015 hubo una partida definida por Hacienda de más de 100 mil millones de pesos para que los diputados se la repartieran como forma de garantizar la aprobación del gasto total. Ese dinero ha sido usado por legisladores opositores para afianzarse en sus distritos.
Si se va a fondo en el presupuesto base cero, entonces se dará la verdadera instauración democrática; si no, entonces será una redocumentación del viejo sector corporativo aferrado al gasto público: la misma gata pero revolcada.