Con una deuda cuyo nivel de escándalo casi empata con el valor de sus activos, lo que lo coloca en la antesala de la quiebra técnica y con la producción de crudo más baja en 30 años, Petróleos Mexicanos pareciera el talón de Aquiles del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
De hecho, colocada en revisión a la baja por las calificadoras la entidad crediticia de la petrolera la posible degradación arrastraría la propia calidad de la deuda soberana del país, lo que en el terreno práctico encarecería la posibilidad de deuda.
El amago podría desaparecer el grado de inversión logrado; es decir, la solvencia plena del país.
El galimatías parece imposible agotada la posibilidad de deuda de la petrolera, cuyas importaciones de gasolinas alcanzan 56% del consumo nacional, y con escasas posibilidades de extender la exploración, sobre todo en aguas profundas.
La luz del túnel, sin embargo, podría atisbarse la próxima semana cuando la Secretaría de Hacienda anuncie un nuevo paquete presupuestal para reforzar un ambicioso plan de negocios.
El dinero se extraerá del Fondo de Estabilización Económica, cuyo trasiego justificaría el tamaño del jaque.
En la posibilidad de enderezar el rumbo de la nave el gobierno juega con varias fichas.
Maraña
Desde un ángulo, la creación de una nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco, permitiría atenuar la dependencia del exterior en materia de gasolinas.
Desde otro ángulo, se le colocan incentivos a las firmas privadas nacionales y extranjeras que recibieron contratos de exploración y producción para acelerar sus tareas, en la certeza de que no habrá reversa a la reforma energética.
En un tercer frente se aceleran los trabajos para incrementar el uso de la capacidad instalada de las refinerías existentes en un escenario en que al inicio del gobierno solo operaban dos de seis. Actualmente solamente la de Ciudad Madero está parada.
La presión habla, por lo pronto, de que este año el promedio de producción de petróleo será de 1.76 millones de barriles diarios, es decir, 7% menos que el año anterior.
Y aunque la maraña de intereses critica cada uno de los pasos que se dan, desde el perfil del director general hasta la suspensión en el otorgamiento de concesiones, lo cierto es que el nuevo gobierno recibió ruinas.
No es ocioso hablar de un plan deliberado para reducir a Pemex a su mínima expresión, colocándolo en la antesala del ahorcamiento con un colosal pago de intereses y una normatividad con perfil de camisa de fuerza.
El volado, el sí o no a la resurrección de Pemex, está en el aire.