El estilo personal del presidente Andrés Manuel López Obrador de replicar y contrarreplicar sobre decisiones asumidas por los organismos gubernamentales con etiqueta de autónomos ha dado pauta a que se le acuse de omnipresente, un titular del Ejecutivo al que le molestan o le estorban los contrapesos.
El abanico de organismos que siendo parte del aparato público no están subordinados a la estructura del poder abarca desde el Banco de México hasta las instancias antimonopólicas, las reguladoras del sector energético y la que promueve transparencia a la información pública.
El ruido lo inició el nombramiento de Jonathan Heath como subgobernador del Banco de México, al que siguió el de Gerardo Esquivel, personajes ajenos a la tradicional ortodoxia doctrinaria de quienes han llegado a los cargos.
Sin embargo, aún sin ser ratificado en el Senado, este hizo gala de su talante independiente al publicar un artículo periodístico criticando la política del actual gobierno.
En la ola se le quiso colocar la corona de mártir al presidente del Consejo Regulador de Energía, Guillermo García Alcocer, por habérsele abierto un expediente sobre posibles conflictos de interés en su tarea, como si la autonomía fuera inmunidad para investigar a un funcionario.
Se le reprocha también a López Obrador que por un lado critique a la Suprema Corte por haber concedido suspender los actos reclamados a las instancias que se oponen a la Ley de Remuneraciones de Funcionarios Públicos y por otro haya aplaudido la negativa a la pretensión de ex accionistas del Grupo Modelo para una multimillonaria devolución de impuestos originados a la operación de compra.
Sin embargo las puyas o las loas se lanzaron a toro pasado.
Trapitos
Ahora, aquí sí a toro presente, se interpreta como una intromisión en asuntos del Instituto Federal de Telecomunicaciones el que el presidente haya señalado que la concentración que analiza de las gigantes de entretenimiento Disney y Fox podría sacar de la televisión abierta partidos de futbol.
Lo cierto es que los comisionados tendrán en charola de plata la oportunidad de aterrizar su resolución con base en la ley, lo que dejaría sin valor la opinión del Ejecutivo.
Durante décadas las discrepancias entre funcionarios públicos, sean del gabinete o de organismos independientes o incluso de los poderes Legislativo y Judicial, se dirimían en los sótanos, con la novedad de que cuando trascendían los pleitos los actores se dejaban ver en un restaurante de moda a donde casualmente acudía un fotógrafo.
Hoy los trapitos se ponen al sol.