Hotel Regis, mil páginas

Quebradas sus alas la mañana trágica del 19 de septiembre de 1985, el reloj tradicional de la esquina de avenida Juárez y Balderas dejaría el testimonio intacto con su último suspiro: siete de la mañana con 19 minutos.

Alberto Barranco
Columnas
Cúmulo de historias.
Foto: Internet

Quebradas sus alas la mañana trágica del 19 de septiembre de 1985, el reloj tradicional de la esquina de avenida Juárez y Balderas dejaría el testimonio intacto con su último suspiro: siete de la mañana con 19 minutos.

Ni un segundo más, ni un segundo menos en el encuentro del destino.

Se fue el Hotel Regis, símbolo, signo, emblema, icono, referencia de un espacio inolvidable de la ciudad. La fachada, la marquesina, el toldo curvo vivo desde el amanecer del siglo XX

Ahí, a su dominio de la calle del Calvario, hoy avenida Juárez, llegaría en 1922 el primer sitio de coches de alquiler que dejaba añeja la larga tradición de los destartalados vehículos conocidos como fotingos.

Ahí llegaría la leyenda de Frank Sinatra a cubrir el rito sagrado de la luna de miel con una de las divas emblemáticas del siglo XX: Ava Gardner.

Ahí se haría gigante, entre las pieles, los guantes negros hasta el codo, los sombreros de adornos exóticos y el medio velo en la cara, los smoking y el champagne, la fama de otro personaje de leyenda: el flaco de oro, Agustín Lara, acompañando al piano a Rebeca, su intérprete de moda, y al tenor continental Pedro Vargas.

“Muy agradecido. Muy agradecido. Y muy agradecido”.

“Capri, lo arrulla la Luna; lo besa el amor”, decía la voz engolada del locutor Dante Aguilar, maestro de ceremonias.

El centro nocturno de moda en México, sin cover ni consumo mínimo, presenta el debut en nuestro país de la gran Lola Flores, a quien el dueño del hotel, Anacarsis Carcho Peralta, le colgaría al cuello el mote de la Faraona.

Y entre el público estaba Gary Cooper.

Recetas

Instalado originalmente como Hotel Ritz en los terrenos del Convento de San Diego, donde se asentaría el más famoso quemadero de la Inquisición, el Hotel Regis se iría abriendo paso a codazos hasta ocupar prácticamente una manzana.

Primero fue el edificio de Juárez 71, conocido como El mirador de la Alameda, donde había nacido el periódico El Imparcial que alguna vez dirigiera el poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón y otra José Juan Tablada.

Y si a la inauguración de la suite presidencial acudió el mismísimo presidente Miguel Alemán, a las reuniones bohemias que se hacían en ella llegaba el elenco del siglo: Jorge Negrete, Agustín Lara, Pedro Vargas, Olga Guillot, Andy Rusell, María Félix… para cerrar la fiesta en la Taberna del Greco.

Ahora que la mejor receta para la resaca estaba en el mismo hotel: los inolvidables baños de vapor que mantenían entre la clientela al torero Luis Procuna, los actores Agustín Insunza, Víctor Alcocer y Luis Aguilar, a la par, naturalmente, de los empresarios y políticos de moda.

A las seis de la mañana se abría el servicio.

Y a las seis y media llegaba el notario Othon Pérez Correa en una ruta habitual que hacía escala en el Sanborn’s de los Azulejos y terminaba en su oficina de la calle de Madero.

La vereda se ensanchó de 1938 al 19 de septiembre de 1985… en que murieron el hotel y el cliente.

Y dicen que Graciela Olmos, La Bandida, llevaba a sus muchachas al gozo del mismo mármol blanco, las tinas perfumadas de exóticas hierbas, las sales y las mascarillas del vapor de mujeres.

En el Hotel Regis había farmacia, fuente de sodas, cine, restaurantes, peluquería y salón de belleza.

Ahí se quedó a vivir 26 años la italiana Rita Alberti Brunetti, conocida como la Condesa, a quien invitó al país el presidente Lázaro Cárdenas para promover la industria del gusano de seda.

El recuerdo se incrustó en la Plaza de la Solidaridad.

Un tomo entero en la vida de la Ciudad de México.