El Popocatépetl es un volcán inmenso, activo y peligroso; hace 30 años vivíamos de 18 millones a 20 millones de personas en un radio de 100 kilómetros; ahora somos, al menos, 10 millones de habitantes más, expresó el investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica (IGEF) de la UNAM, Carlos Valdés González.
Al participar en la sesión El pasado del volcán: elementos para evaluar los peligros, como parte del Simposio 30 años de la Reactivación del Popocatépetl: Estado del conocimiento sobre el volcán, el experto universitario indicó:
El monitoreo sísmico es una herramienta fundamental para comprender los procesos en los que en esa estructura volcánica podría existir un estado de esfuerzos importante que pudieran generar un fracturamiento de roca que ocasionen un sismo que sea detectado.
En el encuentro académico organizado por el IGEF dijo que luego de su reactivación, en diciembre de 1994, es el más estudiado e instrumentado del país.
Sin embargo, si hace tres décadas hubiéramos contado con las estaciones de monitoreo que hoy se tienen, probablemente habríamos podido ver algo; las de mayor cercanía y de mejor calidad nos hubieran permitido ver cambios sutiles y eventos pequeños.
Lo que se requiere hoy en día es contar con esos sistemas de monitoreo en una gran cantidad de volcanes que existen en México, “porque estamos apostándole al Popo del que hay demasiada información, pero la siguiente actividad eruptiva no será necesariamente ahí. Por ello, es necesario instrumentar los activos o potencialmente activos, insistió.
De acuerdo con información del Centro Nacional de Prevención de Desastres, se han ubicado 43 en esas categorías, pero pocos tienen un monitoreo como el del Popocatépetl. “Si los asociamos a la cantidad de personas expuestas, nos llevaríamos una sorpresa importante”, por lo que la protección a la población debería ser la tarea hacia adelante, resaltó.