En el marco del conversatorio virtual “Salud sexual y reproductiva en las adolescencias: reflexiones y propuestas para el futuro” expertas en el tema dialogaron sobre los retos y oportunidades para mejorar las políticas y prácticas en este ámbito.
De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se embarazan 21 millones de adolescentes de entre 15 y 19 años en todo el mundo, de las cuales 12 millones dan a luz. Las probabilidades de que estas adolescentes mueran debido a complicaciones durante el embarazo o el parto son dos veces mayores que las de una mujer de 20 a 30 años.
Las estrategias de educación y promoción de la salud han resultado ser altamente eficaces en la reducción del embarazo y las complicaciones derivadas del mismo.
La Dra. Aremis Villalobos, directora de Salud Reproductiva en el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), que abordó el tema “Panorama epidemiológico de la Salud Sexual y Reproductiva en México”, destacó la importancia de la salud sexual y reproductiva para el bienestar físico, mental y social, y su vínculo con los derechos humanos.
Sobre la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, mencionó que, aunque 7 de cada 10 adolescentes conocen algún método anticonceptivo, el conocimiento sobre su uso correcto es limitado. El 22% de los adolescentes ha iniciado vida sexual, y el 37% de las adolescentes ha estado embarazada, con uso inconsistente de métodos anticonceptivos. Solo un tercio de los adolescentes busca servicios de salud tras iniciar su vida sexual.
El embarazo adolescente amplía brechas sociales y de género, y un alto porcentaje enfrenta un segundo embarazo en la adolescencia. Para prevenir el embarazo adolescente y mejorar la salud sexual, se deben implementar estrategias integrales que involucren salud, familia, escuela y comunidad.
En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2022, aproximadamente una de cada cuatro personas adolescentes (entre 12 y 19 años) ya había tenido relaciones sexuales. De estos, uno de cada cinco tuvo su primera relación sexual sin protección.
De las mujeres adolescentes, aproximadamente, una de cada tres inició su vida sexual sin protección, en comparación con uno de cada diez hombres de la misma edad. Finalmente, aproximadamente 4 de cada 10 adolescentes que han iniciado su vida sexual reportaron haber estado embarazadas alguna vez.
Por su parte, la Mtra. Mayra Torres, jefa de Atención a la Salud de la Adolescencia en IMSS Bienestar, que abordó el tema “Estrategias del gobierno mexicano en la atención de la Salud Sexual y Reproductiva de las y los adolescentes”, destacó que los adolescentes, entre 10 y 19 años según la OMS, tienen necesidades específicas en su salud sexual y reproductiva que varían según edad, origen, idioma, etnia, identidad cultural o de género, y si viven o no con algún tipo de discapacidad.
Las estrategias deben adaptarse para prevenir riesgos como embarazo temprano, violencia sexual y digital, infecciones de transmisión sexual y coerción. La atención debe ser preventiva y de calidad, pero muchos adolescentes solo buscan ayuda cuando ya hay daños. Aunque hay avances en políticas públicas, aún hay una deuda en garantizar derechos sexuales y reproductivos.
Las estrategias del Estado incluyen políticas públicas, participación juvenil y atención a poblaciones vulnerables. La red de servicios amigables y la colaboración con la sociedad civil son cruciales, al igual que el uso de tecnologías y redes sociales para interactuar con los adolescentes y resolver sus dudas.
La MSP-EMP María José López Martínez, responsable Estatal de Planificación Familiar y Anticoncepción y Salud Sexual y Reproductiva para Adolescentes en Morelos, que participó con el tema “Experiencias, logros y áreas de oportunidad de los servicios amigables”, comentó sobre la importancia de abordar los determinantes sociales en la prevención del embarazo adolescente, la necesidad de una legislación coherente y la persistencia de barreras en la educación sexual.
Destacó el Servicio Amigable Itinerante Edusex, que ha llevado servicios de salud sexual y reproductiva directamente a los adolescentes, y la importancia de la participación juvenil y la retroalimentación en la mejora de los programas. También subrayó la necesidad de fomentar la implementación de la ruta NAME en la atención de la violencia sexual, y la importancia de un abordaje diferenciado del embarazo en el grupo de 15 a 19 años y el de 10 a 14 años.