Como cada tarde, en punto de las dos, Teorosa Antonio comienza a formar pelotitas de masa que aplanará a fuerza de batir palmas para luego colocarlas sobre un comal siseante. No parará hasta tener unas 10 tortillas si –como casi siempre– comerán sólo ella y su nieta, o 20 si ese día habrá visitas. Para que queden bien se deben hacer así, “de poco a poco y a sus tiempos”, dice con una cadencia al hablar que revela su origen purépecha.
La señora Teorosa vive en una pequeña comunidad de la sierra tarasca llamada Cherán Atzicurín (o Cheranástico) y desde niña repite este ritual de la tortilla sin apenas cambios, tal y como le enseñó su abuela. Lo único diferente es que si bien hasta hace poco realizaba dicho trabajo sobre un fogón que llenaba su casa de tizne y olor a chamusquina, hoy usa una estufa diseñada por expertos del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM, con sede en Morelia, Michoacán.
La estufa colocada por los integrantes de la Unidad de Ecotecnologías (Ecotec) del IIES en la cocina de doña Teorosa es de ladrillo y cemento y lleva por nombre Patsari, palabra purépecha que significa ‘la que guarda’, en alusión a su cámara de combustión cerrada donde la leña arde de forma eficiente, sin que el humo escape hacia la vivienda.
“El diseño incluye una chimenea que dirige las emanaciones al exterior, donde se disipan y pierden por encima de los tejados”, explicó la arquitecta Sara Eugenia Navia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación intramuros generada por cocinar con combustibles como leña o carbón (cuyo humo contiene casi los mismos tóxicos de un cigarro) no sólo hace que al interior en muchos hogares rurales se respire aire de peor calidad que en urbes de la China industrial o que se registren niveles de partículas finas hasta 100 veces por encima de lo aceptable, sino que favorece ataques de asma, bajo peso al nacer, infecciones respiratorias, cáncer de pulmón, cataratas o enfermedades cardiovasculares, entre otros padecimientos.
En este marco la universitaria, junto con compañeros de la Ecotec, instalaron varias en casa de doña Teorosa. “Y lo decimos con la ‘s’ del plural, pues además de la estufa colocamos iluminación y un calentador de agua que funcionan con energía solar. Lo que más me gusta de esta labor es que, a diferencia de tantos proyectos emanados de la academia cuyos beneficios se ven casi siempre en el mediano o largo plazos, aquí podemos apreciarlos en tiempo real”.
En sus casi 15 años de existencia, la Unidad de Ecotecnologías (con apoyo de GIRA, asociación sin fines de lucro) ha estado detrás de la instalación de alrededor de dos mil 500 estufas Patsari en Michoacán, lo cual ha servido a los universitarios para evaluar su impacto en la salud de los usuarios.
A decir de los integrantes del IIES, este proceso de visitar a quienes recibirán las ecotecnias y charlar con ellos es fundamental. “Así podemos saber qué necesitan, hacer un diagnóstico y adaptar los diseños a sus necesidades”, expuso Sara Navia, quien añadió que esta intervención no termina ahí, pues tras instalar los desarrollos hay una etapa de seguimiento.