“INADECUADA”, LA SALUD MENTAL DE 30% DE MEXICANOS

Las personas con enfermedades mentales graves mueren de 15 a 20 años más jóvenes, tienen tasas más altas de desempleo y son más pobres que la población general.

Lorena Ríos
Bienestar
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“La mala salud mental representa 18% de todas las enfermedades y afecta a casi 30% de la población en México”, lo que significa que tres de cada diez personas tienen un trastorno mental en algún momento de su vida, aseguró María Elena Medina-Mora, exdirectora del Instituto Nacional de Psiquiatría (INP) y miembro de El Colegio Nacional.

Entre los principales trastornos mentales en el país destacan el de ansiedad, el del sueño, depresión, bipolaridad, esquizofrenia, uso de sustancias y déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

Al presentar la ponencia Atención a la salud mental, necesidades, barreras y recomendaciones para cerrar la brecha en el marco del simposio Salud mental cerca de todos, Medina Mora expuso que los determinantes sociales que aumentan la probabilidad de desarrollar uno o más trastornos mentales son la pobreza y la violencia, elementos que impiden que los individuos puedan aprovechar los programas de desarrollo social.

Puntualizó que “las personas con enfermedades mentales graves mueren de 15 a 20 años más jóvenes, tienen tasas más altas de desempleo y son más pobres que la población general”.

Respecto de las barreras que existen en la atención a la salud mental en México, la colegiada expuso que entre 26 y 42% de la población que tiene trastornos de moderados a graves piensa que no necesita un tratamiento; 30% reporta barreras estructurales graves y 94% de esta población percibe barreras actitudinales, es decir, “piensa que puede manejar la enfermedad sola o le da pena acudir a tratamiento”.

Sumado a lo anterior está la deserción a los tratamientos. “Se ha observado que la deserción ocurre en las dos primeras visitas y que la falta de protección financiera es lo que más se asocia con esta”.

La doctora Medina-Mora, merecedora del Premio a la Excelencia en 2011 por la National Institute on Drug Abuse (NIDA) de Estados Unidos, dijo que la proyección estima que para que el paciente piense que el tratamiento es útil en 90% requiere visitar a ocho profesionales y muy pocas personas llegan a eso.

Eso nos habla de la necesidad de pensar “cómo podemos hacer que el tratamiento se perciba, se entienda su duración y se evite la deserción. Y sobre todo ver cómo podemos trabajar más con lo que el paciente necesita” y menos con lo que necesitan los médicos.

Atención comunitaria

Claudia Iveth Astudillo García, investigadora en Ciencias Médicas de la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales del INP, detalló por su parte que la base de una atención mental comunitaria se encuentra en lo que se denomina atención primaria en salud.

Se trata de “un enfoque que incluye a toda la sociedad y busca garantizar el mayor nivel posible de bienestar. Su distribución es equitativa mediante la atención centrada en las necesidades de la gente”. Se trata de un modelo que debe ser próximo en el entorno cotidiano de las personas.

El objetivo de la salud mental comunitaria es brindar atención donde la persona vive, trabaja o estudia. La idea es que existan camas de siquiatría en diversos sitios, como los hospitales generales, y que el perfil profesional sea amplio. Se tendría que atender dentro del hogar o del contexto familiar. Y aunque “vamos lentos en la implementación de esta salud”, las características que debe tener es que sea la propia comunidad de una región delimitada la que defina las prioridades de atención que requiere.

Astudillo explicó que algunas recomendaciones para implementar en entornos con pocos recursos son la búsqueda de casos y su evaluación, tratamientos sicosociales y de terapia breve, así como tratamientos farmacológicos; además, tener personal especializado en padecimientos mentales y convertirlo en supervisor y formador de atención primaria en salud.

Rebeca Robles García, investigadora y coordinadora del Centro de Investigación en Salud Mental Global del INP, explicó a su vez que para reducir la carga de los problemas de salud mental en el país se necesitan tres elementos: el desarrollo de métodos de identificación temprana de trastornos mentales aplicables en contextos comunitarios para que puedan ser tratados; la generación de intervenciones efectivas para tratar estos padecimientos adaptados a escenarios de atención particulares y la implementación de métodos de evaluación y tratamiento con base en evidencia.

Tal es el caso de los trastornos de mayor prevalencia en el primer nivel de atención, que son la depresión con forma mixta y el síndrome de estrés corporal, que casi siempre están vinculadas y se pueden nombrar. “Lo que tenemos que hacer es capacitar y dotar de herramientas de identificación y tratamiento al personal de los centros de salud”.

Agregó que lo primero que hizo la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue cambiar la manera de denominar el problema: otorgó un concepto a cada padecimiento para poder explicar a los pacientes el trastorno que enfrentaban. Así, por ejemplo, dio nombres a categorías como el síndrome de estrés corporal, referido a la activación fisiológica por el distrés emocional, es decir, que la persona expresa con síntomas físicos un malestar emocional intenso. Entonces “capacitas a los médicos del primer nivel en cómo se denominan los padecimientos y cómo tener un discurso terapéutico efectivo con la gente”.

En palabras de la experta se necesita más y mejor investigación local con esta perspectiva internacional. “Nuestra mejor investigación será en la medida que podamos colaborar con expertos por experiencia, es decir, pacientes, familiares, comunidades, que nos digan las necesidades que tienen y que participen en los proyectos desde su concepción hasta la aplicación de sus resultados”, concluyó.

Cesamac

“La salud mental es un bienestar general y es un derecho humano básico; son los determinantes individuales, familiares, comunitarios y estructurales los que pueden proteger o socavar este bienestar”, coincidió Javier Amado Lerma, jefe del Centro de Salud Mental y Adicciones en la Comunidad (Cesamac) del INP.

La población vive “una brecha de tratamiento y una brecha de atención, no se cubren las necesidades de las personas que buscan servicios de salud mental. Hay un uso inadecuado de recursos humanos y materiales y el modelo institucional no responde a todas las necesidades”, puntualizó.

En respuesta a esta situación, a partir del modelo colaborativo en salud mental y adicciones que establece un equipo de trabajo donde sicología, trabajo social, enfermería, medicina general y siquiatría equilibran sus fuerzas para hacer frente a la adversidad, el INP desarrolló en 2021 el Cesamac, un nuevo modelo de atención en salud mental en el país.

“El objetivo es cerrar la brecha de atención con estrategias que implican un modelo colaborativo, un trabajo multicéntrico, el entrenamiento integral en comunidad y en la institución, así como impulsar de herramientas de telesalud”, concluyó el especialista.