El estrés es una parte inevitable en la vida de los adultos, y puede tener efectos negativos significativos sobre la salud. Se ha identificado que el estrés crónico está relacionado con la disminución de las respuestas de anticuerpos, ocasionando que el sistema inmune se debilite, lo que favorece el desarrollo de padecimientos como la diabetes, la obesidad y la insuficiencia cardiaca; e incluso enfermedades como el herpes zóster (HZ), también conocido como culebrilla, causada por la reactivación del virus varicela-zóster, el cual se encuentra presente en el 99% de los adultos de 50 años y más.
Estrés crónico y herpes zóster
Si bien, la relación directa entre el estrés y el desarrollo de HZ sigue siendo un fenómeno en investigación, se ha logrado estudiar a grandes grupos poblacionales para identificarlo como factor de riesgo. En Dinamarca, se dio seguimiento a más de 77 mil personas mayores de 40 años, encontrando que aquellos que informaron los niveles más altos de estrés psicológico en la vida diaria tenían hasta un 14% más de riesgo de desarrollar este padecimiento.
De igual forma, estudios de casos y controles más pequeños dentro de esta población informaron un aumento de más de 40% de riesgo de padecer HZ a partir de los dos meses a cuatro años posteriores de haber experimentado eventos de vida negativos relacionados con salud, financieros, ocupacionales, entre otros.
“El sistema inmune se desarrolla desde el nacimiento y hasta la edad adulta, y a medida que los adultos envejecen, la función del sistema inmunológico va disminuyendo como parte de un proceso natural conocido como inmunosenescencia, en el que también los factores genéticos y ambientales juegan un papel importante. Variables como la alimentación, eventos traumáticos físicos y psicológicos, infecciones, tabaquismo, ejercicio, estrés y la vacunación, son algunos de los elementos que impactan positiva o negativamente el desempeño de nuestro sistema inmune, comentó la Dra. Gloria Huerta, gerente médico Sr. de Vacunas en GSK México.
Control del estrés y vacunación
Se estima que para 2030 una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más y el 14% de ellos podría experimentar algún trastorno mental como la depresión, ansiedad o estrés5, condiciones que pueden comprometer su sistema inmunológico y hacerlos más propensos a desarrollar enfermedades como el herpes zóster. Por lo tanto, la prevención sigue siendo la estrategia fundamental para evitar la reactivación del virus.
Establecer estrategias para disminuir el estrés en la edad adulta como el ejercicio físico, la terapia ocupacional e incluso programas como musicoterapia o ludoterapia permiten a las personas elevar su autoestima y reducir los niveles de estrés.
De igual forma, de acuerdo con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), la mejor manera de prevenir el herpes zóster es la vacunación.
“La prevención de enfermedades a lo largo de todas las etapas de la vida, mediante la vacunación, permite un desarrollo óptimo de las capacidades de los individuos, promoviendo una vida más saludable y activa. La vacuna contra el herpes zóster además de reducir hasta en un 87.7% el riesgo de la enfermedad, después de 12 años de la aplicación, también ayuda a prevenir sus complicaciones, como la neuralgia posherpética, un dolor nervioso prolongado que puede durar meses y en ocasiones persistir durante varios años, impactando no solo la salud, sino también la independencia y la calidad de vida”, finalizó la Dra. Huerta.
En conclusión, es fundamental que los adultos mantengan una vigilancia constante sobre su salud y bienestar. Ante cualquier síntoma o inquietud, se recomienda consultar a un médico para recibir una evaluación adecuada y conocer todas las medidas de prevención disponibles. La orientación médica oportuna es clave para un envejecimiento saludable.