Las cardiopatías congénitas, malformaciones del corazón de los bebés que se presentan desde su formación, representan la quinta causa de mortalidad de recién nacidos y es el principal padecimiento congénito en México.
Ante este panorama, el control prenatal y la detección oportuna en los primeros días de vida, así como su tratamiento, han contribuido a elevar la tasa de supervivencia por encima del 70% en los últimos años, según especialista de TecSalud.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 75% de las muertes neonatales ocurren durante la primera semana de vida, y cerca de un millón de recién nacidos mueren en las primeras 24 horas.
Las principales causas son parto prematuro, complicaciones en el parto (asfixia perinatal), infecciones neonatales y anomalías congénitas; dentro de éstas últimas, las cardiopatías congénitas representan el grupo más frecuente.
Las cardiopatías congénitas son problemas en la formación del corazón y en los vasos sanguíneos que ocurren durante el desarrollo del bebé en el útero. Alrededor de la cuarta semana del embarazo, cuando el corazón se está desarrollando, se pueden presentar alteraciones en su estructura y funcionamiento.
En el marco del Día Internacional de las Cardiopatías Congénitas, conmemorado cada 14 de febrero, la Dra. Cristina Aguilar Arredondo, cardióloga pediatra de TecSalud, resalta que para identificar en la etapa prenatal alguna cardiopatía congénita es necesario realizar estudios estructurales del corazón como la ecocardiografía fetal, entre la semana 18 y la semana 24 del embarazo.
“Todos los controles prenatales incluyen este tipo de estudios, y si el ginecólogo detecta algo anormal, se refiere al cardiólogo pediatra para confirmar el diagnóstico con precisión y tomar las medidas para el tratamiento una vez que el bebé nazca”.
Una de las pruebas obligatorias en el nacimiento de un bebé es el tamiz cardíaco, recomendado por la Asociación Americana de Pediatría a realizarse entre las 24 y 48 horas de vida. Este examen se lleva a cabo mediante la medición de la saturación arterial.
“Después de las primeras 24 horas de vida, y antes de que el bebé regrese a casa, se mide la saturación en la mano y el pie mediante un oxímetro de pulso. Ambas mediciones deben ser similares, con una diferencia no mayor al 3%. Si la diferencia supera este porcentaje, es necesario contactar a un cardiólogo pediatra para realizar un estudio detallado que descarte o confirme la sospecha de una cardiopatía congénita”, explicó la cardióloga.
Reconoce cardiopatías congénitas
Después del nacimiento, los principales síntomas y señales de alerta que presenta un recién nacido son: dificultades al alimentarse, como son fatiga y/o consumo lento de alimentos –tardar entre 30 a 40 minutos en consumir una sola onza de leche-, respiración rápida, tono azulado en la piel o labios, sonidos inusuales que se escuchen en los latidos cardíacos durante una revisión con su pediatra, falta de aire durante la actividad física en niños más grandes.
La especialista indicó que la sudoración durante la alimentación, conocida como diaforesis, es una señal de alerta. “Aparece como una fina capa de sudor, similar a una brisa en el cabello ya sea que se presente sólo en la cabeza o extenderse al pecho y la espalda. También se observa una frecuencia cardiaca acelerada, que muchas madres identifican cuando cargan a su bebé y sienten que su corazón late rápido”.
Los factores de riesgo en recién nacidos son multifactoriales, es decir, son provocados por diversas causas genéticas, ambientales y condiciones de salud materna. Estos incluyen antecedentes de un hijo previo con esta condición, fallecimiento fetal y diabetes gestacional durante el embarazo. También se consideran las enfermedades reumatológicas autoinmunes presentes en la madre.
Un control prenatal, asistencia a consultas médicas durante el embarazo y la realización de estudios en las semanas indicadas son medidas para dar seguimiento y mejorar el pronóstico de vida.