Los síntomas son evidentes: el pequeño sangra, presenta moretones, palidez, cansancio, tiene crecimientos ganglionares, se observan tumores en el cuello...
En México cada año se registran siete mil nuevos casos de cáncer en menores de 18 años, siendo la leucemia el tipo de enfermedad más frecuente en este grupo poblacional, pues representa 52% de los casos. Afortunadamente, en 70% de los casos el cáncer infantil se detecta en etapas tempranas y la sobrevida es elevada.
Hoy existen 54 Unidades Médicas Acreditadas (UMA) para atender a pacientes menores con cáncer en todo el país. Los síntomas son evidentes: el pequeño sangra, presenta moretones, palidez, cansancio, tiene crecimientos ganglionares, se observan tumores en el cuello, por lo que es difícil que la familia no acuda al médico.
Además de quimioterapia, radioterapia y cirugía, existen las terapias moleculares, las cuales se basan en identificar ciertos blancos específicos de cada neoplasia para bloquear vías de señalización en la célula maligna y detener su división. De ahí que se eleven los casos exitosos de tratamiento.
Atención oportuna
Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en 2024 la sobrevida de los niños con cáncer ha aumentado de 38% en 2018 a 90%.
En febrero pasado el instituto informó que en dos años atendió dos mil 721 nuevos casos de pacientes menores de edad con cáncer.
Cabe destacar que el cáncer infantil es un término que engloba diversas enfermedades o tumoraciones que se caracterizan por el crecimiento y división de células anormales que se esparcen sin control en cualquier parte del cuerpo.
En 2022 de cada 100 pacientes con cáncer infantil fallecían 22, mientras que actualmente mueren menos de dos de cada 100.
Hoy 90 de cada 100 pacientes con cáncer infantil viven cinco años después del diagnóstico, a la par que la letalidad por leucemia infantil se ha reducido en los hospitales del IMSS.
En 2022 se registró una letalidad por cáncer infantil de 22%; en 2023 fue de 7.8%; y en lo que va de este año se reporta en 1.6 por ciento.
“Se localizó que la mayor mortalidad se presentaba en los días 20 a 30 del inicio del tratamiento, por lo que se fortaleció la capacidad de respuesta ante las complicaciones”, asegura Enrique López, titular de la Coordinación Nacional de Oncología del IMSS.
De acuerdo con el especialista estos avances son resultado de una serie de acciones emprendidas en el instituto para mejorar la atención del cáncer infantil para más de cinco mil niños en seguimiento médico.
Además, se pasó de cuatro a 35 en cuanto al número de Centros de Referencia Estatal para la Atención del Niño y de la Niña con Cáncer, llamados OncoCREAN, los cuales suman 563 camas. Se trata de instalaciones de alta especialidad oncológica ubicadas en hospitales de segundo y tercer nivel de cada entidad federativa. Chihuahua, Sonora y Veracruz tienen dos centros cada uno debido a su extensión geográfica y la alta demanda del servicio.
“Es un parteaguas en el tratamiento de niñas y niños con cáncer, no solo en México, sino a nivel internacional. En muchos países quieren copiar el modelo OncoCREAN. De América Latina y Estados Unidos nos buscan”, señala el médico.
El IMSS cuenta, además, con unidades satélite en cada hospital general de zona para estabilizar a pacientes, atender complicaciones o brindar tratamientos oncológicos, mientras que los trasplantes de médula ósea aumentan también.
Asimismo, se creó el Laboratorio de Citómica de Cáncer Infantil en el Centro de Investigación Biomédica de Oriente, en el cual se reciben pruebas especializadas para el diagnóstico de leucemia infantil a fin de iniciar tratamiento en los primeros días del diagnóstico.
Factores de riesgo
El cáncer ocupa en México el segundo lugar entre las causas de muerte en niños de cinco a 14 años, solo después de los accidentes, y es la primera causa de fallecimientos por enfermedad en este grupo de edad, lo que lo convierte en un problema de salud pública, aunque muchas de las neoplasias malignas de la edad pediátrica son curables si se diagnostican y tratan adecuadamente, afirma la profesora de la Facultad de Medicina de la UNAM, Aurora Medina Sanson.
“Cuando contamos con los recursos para atender a estos pacientes, alrededor de 75% de los niños y adolescentes (un poco más de siete de cada diez), pueden ser curados si reciben el tratamiento apropiado. Por esto, el diagnóstico oportuno es tan importante para lograr la meta de sanar al mayor número posible”, indica.
En prácticamente cualquier tejido del cuerpo puede desarrollarse una neoplasia maligna, o sea, procesos donde se pierde el control en la división celular y se generan tumores sólidos o leucemias. El tipo más frecuente en pediatría es la leucemia aguda linfoblástica, seguida por los tumores del sistema nervioso central.
Las causas del cáncer en menores incluyen factores genéticos y ambientales. Por ejemplo, un tipo de padecimiento genético cromosómico que aumenta el riesgo de cáncer es el Síndrome de Down; los pacientes tienen, según estimaciones, de 14 a 20 veces más riesgo que la población general de desarrollar una leucemia aguda.
Entre las ambientales está la radiación ionizante; recibir radioterapia para un tumor cerebral, por ejemplo, aumenta el riesgo de un segundo cáncer.
De igual manera, algunos virus pueden modificar el genoma de la célula y favorecer el desarrollo del padecimiento, por ejemplo, el denominado virus Epstein-Barr presente en ciertos linfomas, los de la hepatitis B y C que se asocian con carcinoma hepatocelular y el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Asimismo, las inmunodeficiencias congénitas y adquiridas aumentan el riesgo de desarrollar linfomas.
Tratamiento
Son tres las piedras angulares del tratamiento: quimioterapia, cirugía y radioterapia. “Las dos primeras son elementos básicos en oncología pediátrica”, dice Medina, quien añade que mientras la radioterapia tiene indicaciones precisas en varios de los tumores sólidos y del sistema nervioso central, y ya muy limitadas en leucemias agudas.
Actualmente hay también terapias moleculares, con base en identificar ciertos blancos específicos de cada neoplasia para bloquear vías de señalización en la célula neoplásica y detener su división, concluye.