Las principales amenazas que enfrentan son la contaminación y la pérdida paulatina de su hábitat, aunque hay grandes posibilidades para su reproducción ex situ.
De gran importancia ecológica, exquisito sabor y valor nutricional, los acociles son crustáceos endémicos de los cuerpos de agua dulce de México. No obstante, la especie actualmente se encuentra en peligro de extinción debido principalmente a la pérdida de su hábitat, por lo que es necesario impulsar su reproducción sustentable.
“La extinción del acocil implica también la pérdida de la información genética de una especie nativa que es una rica fuente de ácidos grasos esenciales, principalmente omega-3 y omega-6; aporta vitaminas hidrosolubles, minerales, potasio, calcio y magnesio”, explica a Vértigo Higinio Arias Velázquez, encargado del Acuario Invernadero Chapingo y líder del proyecto “Acocil”.
Esta especie, agrega, es un recurso acuático con grandes posibilidades para su reproducción ex situ y eventualmente su posterior aprovechamiento comercial, por lo que en la Universidad Autónoma Chapingo se lleva a cabo un proyecto para su recuperación.
Manjar en peligro
Su nombre común proviene del náhuatl atl, que significa “agua”, y cuitzilli o coitzilli, que hace referencia a que “se retuerce”.
Algunas culturas prehispánicas, como los aztecas, lo utilizaban como alimento en las ceremonias del decimoctavo mes del año, Izcalli. Con él se preparaba un guiso denominado chalmulmulli, acompañado con tamales.
“Su importancia, entre otras muchas, radica en que está íntimamente ligado a nuestras cuestiones culturales, tradicionales e históricas; entre el ajolote y el acocil está la historia de nuestro país, de nuestras comunidades ancestrales”, dice Arias.
Hasta hace algunos años era común observar en las calles y en los mercados a vendedores ambulantes con sus canastas llenas de estos “pequeños camarones”, los cuales por lo general son consumidos como botana de manera similar a los chapulines.
Con ellos también se pueden preparar tacos, caldos, cocteles y diversos guisos, pues su sabor semeja mucho al de los camarones.
Como sea que se preparen, los acociles representan un ingrediente importante de la gastronomía tradicional mexicana y aunque su consumo ha disminuido son una fuente de proteína animal de alta calidad.
Riesgo latente
En el país se han identificado 16 subespecies de acociles que habitan distintas regiones. Su nombre científico es Cambarellus y pertenecen a la familia de los Cambaridae.
Según el sitio donde sean encontrados, pertenecen a una subespecie que adquiere el nombre de su ubicación. Las especies más comunes son el acocil de Pátzcuaro o Cambarellus Patzcuarensis, del lago de Pátzcuaro; el Cambarellus Zempoalensis, ubicado en las lagunas de Zempoala; y por último el acocil de la zona central de México o Cambarellus Montezumae, que puede hallarse principalmente en los canales de Xochimilco.
Los acociles, señala el especialista, son además excelentes controladores poblacionales porque son depredadores de moluscos y larvas de insectos. “Son carroñeros o comedores de materia orgánica de fondos acuíferos, pues también comen huevos y larvas”.
A su vez, estos pequeños crustáceos son el platillo principal de diversas aves acuáticas como patos, anfibios como ajolotes y ranas, peces de mayor tamaño y, por supuesto, comunidades humanas que de manera histórica se han dedicado a su recolección y comercialización.
“Su importancia ecológica radica en que el acocil, junto con otros copépodos como la pulga de agua, son el sustento (alimento) de especies más grandes como el ajolote o algunas aves acuáticas. Entonces, si se pierde la especie, se puede caer toda la cadena. Por ello estamos trabajando para que la especie no desaparezca, porque ya está dentro de la NOM-059-SEMARNAT-2010”, indica Arias Velázquez.
De acuerdo con el especialista las principales amenazas que enfrentan los acociles son la contaminación y la pérdida de su hábitat.
“La urbanización, contaminación del agua con plásticos, metales pesados, hidrocarburos, la propia falta de este recurso (los abastecimientos de agua que tenían los canales de Xochimilco han sido desviados para otros usos)… Todo ello influye para que la flora de este hábitat esté disminuyendo. Por ende, las hembras no tienen dónde desovar y protegerse de sus depredadores. Desafortunadamente, si desaparece su hábitat, no solo el acocil está en riesgo sino toda la cadena trófica”, indica Arias.
Rescate
El cultivo de acociles es relativamente fácil en comparación con otras especies de crustáceos (camarón y langostinos). Esto se debe a sus características bioecológicas. Por ejemplo, el acocil tiene cuidados maternos. “La hembra protege a sus huevos hasta que nacen; lo cual representa una característica importante en su éxito como especie”, explica el experto.
Fue en 2005 cuando, a petición y con la participación de sus alumnos, Arias decidió emprender el proyecto “Acocil”, cuyo objetivo es desarrollar la producción sustentable de la especie Cambarellus Montezumae.
“En aquellos ayeres rescatamos los pocos ejemplares que pudimos en el Ejido San Gregorio. Esto con permisos especiales de los ejidatarios, pues ellos de alguna manera protegen su cultura. De esa colecta trajimos a hembras y machos que se pusieron en un ambiente similar (físico, químico y biológico) en peceras de vidrio”, relata.
A la fecha, agrega, el proyecto de reproducción en ambiente controlado del acocil ha dado buenos resultados, puesto que se trata de una especie altamente reproductiva, además de que no ocupa grandes espacios.
“Cuando tenemos cría abundante seleccionamos a los mejores ejemplares para sembrarlos (esparcirlos en canales). Eso sí, deben de ser ambientes libres de tilapia (ya que esta es una especie invasora que ha contribuido a la pérdida del hábitat de Xochimilco), una mojarra carnívora y territorial”, puntualiza el especialista.
Lo que se hace con los ejidatarios, añade Arias, es “asegurar que limpien perfectamente de tilapia, ya que tan solo una pareja de esta mojarra puede reproducir hasta 800 crías, es una megapoblación que no se ha podido controlar. Con el acocil estamos en la etapa de sembrar, es decir, seleccionamos a los ejemplares con las características idóneas para la reproducción; los mejores ejemplares son los que llevamos a la siembra”, dice.
Actualmente la Universidad Autónoma de Chapingo lleva estrategias de conservación, preparación de equipo para la reproducción de este crustáceo, análisis taxonómicos de la especie Cambarellus Montezumae, así como estudios del desarrollo embrionario en el Laboratorio de Histología, detección de comportamiento reproductivo, registro de dimorfismo sexual, obtención de crías y manejo de la temperatura ideal en los estanques de cría.
No obstante, el especialista agrega que la producción en cautiverio del acocil no necesita insumos e infraestructura costosa. “Es una especie noble para iniciar su cultivo y puede ser empleado en regiones rurales con cuerpos de agua dulce”.