Hace 25 años, al presenciar la tala en los bosques en Cabo Corrientes, una familia jalisciense decidió convertir sus ejidos en un espacio para proteger especies amenazadas. Así nació el Santuario de las Guacamayas, que actualmente se extiende en 70 hectáreas donde anidan alrededor de 30 parejas de guacamaya verde, pero también es hogar de especies endémicas como jaguar, venado, tejón y ocote blanco. Hoy el santuario pide apoyo de la comunidad por medio de una colecta solidaria para poder continuar con la defensa ambiental.
Francisco Espino, líder del santuario, cuenta que el proyecto comenzó en 1999 cuando él tenía sólo 19 años. Fue invitado a visitar terrenos en un ejido con gran relevancia en su historia familiar, pues su abuelo fue uno de los fundadores. Lamentablemente, presenció una triste problemática en los bosques cercanos a Puerto Vallarta que fue un parteaguas en su vida.
“Me di cuenta de que se estaban talando indiscriminadamente todas las especies de árboles. Las personas que talaban el bosque eran personas ajenas a este ejido, así que no me gustaba lo que estaba pasando”, relata.
Ese fue el motivo por el cual decidió que dedicaría los terrenos de su familia en el ejido de Las Juntas y Los Veranos para salvar a las guacamayas. Se trata de una especie que habita la zona durante todo el año, pero está en peligro de extinción por el alto índice de tráfico ilegal, principalmente la captura de polluelos en el bosque.
Especialistas del Zoológico de Guadalajara explican que las guacamayas verdes son aves que habitan barrancas y cañones, vuelan alto y usualmente viven en parejas de por vida o en bandadas de hasta 40 individuos. Sin embargo, hay tres factores causantes de la disminución de sus poblaciones: pérdida del hábitat, captura para el comercio de mascotas por su capacidad de socializar con humanos, y la escasez de sitios adecuados para anidar.
En respuesta, voluntarios del santuario realizan recorridos de vigilancia continuamente para monitorear las zonas de anidación de las guacamayas ante la amenaza de cazadores furtivos. Además trabajan en estrecha colaboración con biólogos para identificar a los ejemplares, rastrear su actividad y limpiar a los polluelos de parásitos.
Actualmente hay más de 30 parejas anidando en estado salvaje que regresan cada año para criar a sus polluelos en el santuario, donde les ofrecen nidos artificiales pues no hay suficientes árboles grandes.
“He pasado mi vida trabajando como voluntario para proteger a las guacamayas en las tierras con bosque de mi familia”, cuenta Francisco. “Nuestro objetivo es proporcionar un bosque saludable para que aniden y críen a sus polluelos.”
Lamentablemente, su trabajo se ha complicado debido a una lesión en el pie sufrida hace varios años y que actualmente no le permite caminar adecuadamente. Esto lo ha obligado a parar por completo para realizarse una operación.
Mientras tanto, necesita fondos para poder pagar a las personas que harán su trabajo en el santuario. Para lograrlo, se apoya en una colecta en línea que busca reunir 375 mil pesos. Cualquier persona se puede sumar con aportaciones desde 100 pesos.
“Esta es mi pasión en la vida, recuperar y conservar el ecosistema y proporcionar un bosque sano y seguro para las guacamayas, así como para todas las especies presentes en esta sierra”, concluye.
Puedes sumarte a la causa aquí: https://gofund.me/363d080d