A casi tres meses de que se suspendieron casi en su totalidad las actividades y el mundo se confinó para evitar el contagio del virus SARS CoV-2, que produce la enfermedad Covid-19, la mayoría de los países ya iniciaron el proceso de desconfinamiento y pasaron a reactivar la vida cotidiana, las actividades industriales y comerciales, con lo que la población vuelve a salir a las calles para retomar la vida normal que desapareció por el surgimiento de un nuevo y extraño virus.
Esta pandemia, que irrumpió de manera sorpresiva en nuestras vidas y provocó un paro en el planeta, genera miedo y ansiedad por enfrentarnos a un enemigo que desconocíamos, pero del que hoy sabemos es muy contagioso, tiene un grado de letalidad bajo —comparable a otras enfermedades como la influenza—, no hay una vacuna en su contra y hasta el momento deja casi medio millón de fallecimientos y ocho millones de personas contagiadas.
Tras un largo periodo de confinamiento y ante el grave daño ocasionado a las principales actividades, en particular la afectación a millones de familias que necesitan salir a trabajar a diario para subsistir, la disyuntiva planteada por analistas, científicos, gobernantes y organismos internacionales ante la crisis sanitaria y económica es: ¿cómo enfrentar la pandemia sin continuar afectando las actividades esenciales, en particular las que realizan los más desfavorecidos?
Cuando en la gran mayoría de los países la etapa aguda de contagios y muertes va en descenso, volver a la normalidad con cuidado y observancia de las medidas de higiene se impone ante un hecho incontrovertible: tendremos que convivir con el coronavirus.
Sin miedo a salir
Ante la expectativa de que en el corto y mediano plazos no habrá una vacuna para el Covid-19 se impone la necesidad de regresar a las actividades, el trabajo, la movilidad y la convivencia bajo premisas como la corresponsabilidad y la solidaridad social.
En estas circunstancias un elemento de la vida humana juega un papel fundamental: la libertad que tienen las personas a decidir, siempre en un ámbito de respeto hacia los otros, el continuar con sus labores, en muchas ocasiones por motivos de sobrevivencia, y el retomar en general la vida en su dimensión de realización personal.
La historia de otras pandemias muestra la forma en que se puede hacer frente a situaciones extraordinarias por las que ha atravesado la humanidad: ejemplo de ello son las no tan lejanas epidemias de VIH-sida y de influenza AH1N1.
En ambos casos se aprendió a vivir con ellas, pese a que hubo un periodo en el que no se tenía una vacuna o, como en el caso del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, a pesar de que solo existen tratamientos y no cura.
La experiencia de crisis sanitarias previas por epidemias o pandemias que provocan estados y conductas irracionales en la población muestra que la continuidad de la vida es la respuesta para hacerles frente: hoy, como en ocasiones anteriores, las personas y la sociedad en su conjunto —bajo la observancia de las medidas de higiene, sana distancia y uso de cubrebocas— no deben sucumbir al miedo a salir y tienen que dejar atrás temores que las paralizan y les impiden volver a realizar su vida diaria.
¿Cómo terminan las pandemias?
De acuerdo con la historia las epidemias y pandemias terminan de dos maneras: en el aspecto de salud, al bajar de forma considerable los contagios y muertes; y en el social, cuando disminuye el miedo a la enfermedad, conclusión a la que han llegado investigadores dedicados a estudiar las enfermedades por virus.
Para Allan Brand, historiador de Harvard, el término de una pandemia no ocurre porque la enfermedad sea derrotada sino porque las personas se cansan de estar viviendo situaciones de pánico y aprenden a vivir con ella.
Brand estima que esto es lo que pasa con el coronavirus Covid-19 ya que en el debate sobre la apertura económica que se da a escala mundial los cuestionamientos giran en torno, no de los datos médicos y de salud pública, sino de procesos sociopolíticos.
Desde la peste negra, que a lo largo de los últimos dos mil años azotó a la humanidad con millones de muertos, pasando por la gripe española de 1918 que mató a entre 50 y 100 millones de personas o la gripe de Hong Kong que en 1968 dejó un saldo de un millón de personas fallecidas, al final la destrucción y el miedo que las acompañó quedaron en el olvido.
Entonces ¿cómo acaban las pandemias? Es la pregunta que se hacen los expertos a nivel internacional: después de analizar los casos históricos, la mayoría coincide en concluir que terminan de una manera muy desordenada, asegura Dora Vargha, historiadora de la Universidad de Exeter.
Respecto del Covid-19 los científicos estiman que existe la posibilidad de que ocurra lo mismo, es decir, que el coronavirus termine socialmente antes que médicamente.
Destacan que las personas pueden cansarse de las restricciones y optar por salir a pesar de que el virus continúe presente entre la población y sin que se haya encontrado una vacuna o tratamiento efectivo.
Para la historiadora Naomi Rogers, de la Universidad de Yale, prevalece un problema sicológico social de agotamiento y frustración que provoca que las personas decidan volver a su vida cotidiana.
Jeremy Greene, el historiador del Instituto Johns Hopkins, prevé a su vez que llegará un momento en que la sociedad aprenda a convivir con la enfermedad como ha ocurrido con el VIH, que en los ochenta generó mucha polémica y con el que los seres humanos han aprendido a convivir pese a que no se tiene cura.
“Ahora no pensamos en el sida como una epidemia como cuando era una cosa nueva”, destaca Greene.
El experto explica que el coronavirus actual es un problema de proporciones nunca antes vistas en la historia de la humanidad y finalizará hasta que se controle en términos médicos, aunque es seguro que la sociedad terminará perdiéndole el miedo a la vida cotidiana, situación que se acelera cuando crece la catástrofe económica como en la actualidad.
Insiste en que no puede durar siempre el confinamiento, solución que califica como menor. “Ya nos empezamos a dar cuenta de que esta enfermedad será algo mucho más largo”, asevera.
Riesgo calculado
La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que el coronavirus ha llegado para quedarse y podría ser para siempre ya que puede convertirse en un virus endémico como el sarampión, con el que los humanos han aprendido a convivir.
El organismo mundial pide a todos los países un esfuerzo coordinado en el que se evalúe el riesgo de iniciar las diferentes fases de la desescalada, para así superar la crisis sanitaria en la medida de lo posible.
Ante la perspectiva de la permanencia del Covid-19 en el mundo y mientras no se encuentre una vacuna para controlar la enfermedad, la respuesta apunta hacia una decisión realista: el regreso a la vida diaria, la movilidad, la reapertura de las actividades laborales; es decir, el retorno a la normalidad con los cuidados sanitarios establecidos.
Dirigentes de países que han sufrido un fuerte impacto por el coronavirus, como Italia que alcanza 35 mil fallecimientos y más de 237 mil infectados o Reino Unido con más de 42 mil fallecimientos y casi 300 mil contagios, destacan la necesidad de adaptarse para vivir con el coronavirus.
El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, y su homólogo británico, Boris Johnson —quien se infectó de Covid-19—, coinciden en señalar que las personas no pueden esperar a ser salvadas por una vacuna.
Ambos países se encuentran en una reapertura gradual de actividades y sus gobiernos, como en los casos de otras naciones, están conscientes de enfrentar un “riesgo calculado” en el sentido de que puede darse un aumento de contagios de coronavirus.
Conte asevera que se tiene que aceptar ese riesgo porque de lo contrario nunca podrán reactivarse las actividades cotidianas, mientras que Johnson afirma que deben darse pasos hacia la reapertura para sacar al país de un confinamiento total.
Limitación a la libertad
Las restricciones aplicadas a la movilidad, el cierre de los comercios y en general disposiciones y reglas para evitar la propagación del coronavirus que limitan la libertad de las personas, reciben ya críticas porque se transforman poco a poco en violaciones a los derechos básicos del ser humano.
El director ejecutivo de Tesla y de SpaceX (el primer proyecto aeroespacial de una empresa privada y la NASA para llevar a astronautas a la Estación Espacial Internacional), Elon Musk, ataca por ejemplo disposiciones en Estados Unidos para quedarse en casa a fin de evitar la propagación del coronavirus, a las que califica de fascistas.
Afirma Musk: “Yo lo llamaría ‘encarcelar por la fuerza a la gente en su casa’ contra todos sus derechos constitucionales. En mi opinión violan las libertades de las personas de una manera horrible y equivocada. Y no es por lo que la gente vino a Estados Unidos o construyó este país”.
Insiste además en señalar que se trata de un ultraje: “Devuelvan a la gente su maldita libertad”.
El empresario se manifiesta a favor de que en ese país se puedan reabrir las actividades con el cuidado y la protección adecuada, “pero no pongan a todos bajo arresto domiciliario de facto”.
Regresar a la normalidad
Como en otras partes del mundo, en México surgen voces acerca de la necesidad de retomar las actividades y la movilidad, sin dejar de observar las medidas sanitarias, para que los mexicanos dejen atrás el miedo y aprendan a vivir con el Covid-19.
La investigadora Pamela Delgado, de la Facultad de Medicina de la Universidad La Salle, afirma que ante la entrada de la nueva normalidad se debe adaptar la mentalidad a aprender a vivir con el virus.
La especialista en salud pública precisa que la reactivación de las actividades en algunos estados a partir del 1 de junio no significa que haya terminado la emergencia sanitaria y, por lo tanto, las personas deben continuar con las medidas sanitarias como el lavado constante de manos, el distanciamiento social y una correcta higiene.
El analista Gerardo René Herrera coincide a su vez en que debemos aprender a vivir con el coronavirus y asumir el riesgo inherente que conlleva ya que la vida debe tomar su curso y revertir el deterioro que los meses de confinamiento ha producido en la economía y la productividad del país.
“Lo que se pone en la balanza es el mantenimiento de la reclusión, con un efecto incierto en el aplanamiento de la famosa curva, a todas luces de tendencia creciente, pero con un evidente, eso sí, impacto negativo de elevadas proporciones en la economía”, resalta.
Agrega que los pronósticos sobre cuánto tiempo nos llevará domar la pandemia solamente han producido incertidumbre por los plazos anunciados oficialmente por la autoridad sanitaria ya que los casos de contagio y decesos que calcula son continuamente rebasados.
Y recuerda que los expertos indican que la enfermedad nos acompañará todavía un largo tiempo, por lo que deberemos acostumbrarnos a convivir con ella en tanto no se tenga una vacuna.
René Herrera comenta que ante esta circunstancia, y cuando parece no haber otra opción, se debe retornar a la actividad para tratar de limitar los daños ya causados y revertir la situación lo más pronto posible.
“La reflexión parece ir en el sentido de que si de cualquier manera nos vamos a enfermar, confinados o no, es necesario comenzar a frenar los impactos asociados, que han afectado específicamente el bolsillo de las personas, la calidad de vida de las familias y, consecuentemente, el humor social”, puntualiza.
En su opinión cualquier escenario que se plantee contiene elementos adversos: el mantener el cautiverio con magros resultados en la contención de la enfermedad profundiza el deterioro de la economía y se continúa con la pérdida de empleos.
Destaca que la decisión de regresar a la actividad de manera paulatina, asumiendo el riesgo como lo han hecho otros países donde se tomaron determinaciones similares, es el camino a seguir.
RECUADROS
Menos apoyo al confinamiento
Las encuestas empezaron a reflejar que los mexicanos ven menos viable el confinamiento por el Covid-19.
De acuerdo con el trabajo demoscópico publicado en el periódico El Financiero el 16 de junio el porcentaje de mexicanos a favor de las medidas de confinamiento y cuarentena bajó de 64 a 54 por ciento.
En tanto, el porcentaje que cree que se debe llevar la vida con normalidad sin tanta restricción subió de 35 a 46 por ciento.
Respecto de la pregunta de si deben continuar las medidas de aislamiento o se deben reabrir las actividades y los negocios, bajó el apoyo al aislamiento, que pasó de 66 a 56%, en tanto que el respaldo a la reapertura pasó de 33 a 44 por ciento.
La preocupación por la pandemia también tuvo una disminución al pasar de 66 a 54% de los mexicanos que dicen estar muy preocupados por el coronavirus.
Movilizarse sin miedo: AMLO
El presidente Andrés Manuel López Obrador reiteró el llamado a la población para comenzar a movilizarse sin miedo ni temores.
Precisó que el regreso debe ser con cuidado y criterio ya que no es para salir de manera irresponsable.
Exhortó a poner en práctica las mismas precauciones adoptadas en los pasados dos meses de contingencia sanitaria, pero aseguró que ya hay una luz que indica que vamos a salir del túnel.
López Obrador resaltó que el regreso a la nueva normalidad debe representar cambios para cuidar la salud y alimentación como medidas de prevención para evitar enfermedades y resistir al coronavirus.
Insistió en su llamado a los mexicanos a recobrar su libertad, pero conminó a que la forma de realizarla ya no dependa solamente de las recomendaciones sanitarias sino de todos nosotros. “Vamos a actuar con criterio, vamos a cuidarnos y vamos a empezar a caminar hacia adelante, sin miedo, sin temores. Si nos cuidamos podemos salir adelante. No debemos quedarnos inmovilizados en nuestras casas. Salir ya, poco a poco, de acuerdo a las recomendaciones”.