FAST FASHION: IMPACTO EN EL PLANETA

Diariamente se compran en el mundo millones de prendas a precios muy bajos: se trata de ropa que en menos de un año se desechará e incluso que se usará únicamente no más de diez veces.

Martha Mejía
Bienestar
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Twitter @RobertoEsMorona

La industria del fast fashion o ropa rápida genera grandes volúmenes de prendas en función de las nuevas tendencias y de una necesidad inventada de vestido que contribuye a fomentar entre los consumidores una sustitución acelerada de su guardarropa.

“Esta industria emplea un modelo lineal de comprar, usar y desechar prendas que impacta en el planeta de forma social y ambiental, pero la gente al ver precios extremadamente bajos no investiga, no le importa o se tapa los ojos: prefiere tener más por menos. No se da cuenta de que al final del día esa ropa barata nos sale cara a todos como humanidad. Por otra parte las grandes empresas están en una posición de poder o de comodidad al pensar que no necesitan cambiar este modelo”, explica en entrevista Sara Sacal Rayek, empresaria de moda sustentable.

De acuerdo con el estudio A New Textiles Economy, de la Fundación Ellen MacArthur, entre 2000 y 2015 la producción mundial de este segmento de la moda se multiplicó. A inicios de la década se fabricaban 50 mil millones de prendas y 15 años después la cantidad aumentó a 100 mil millones, una tendencia que se mantiene al alza desde entonces.

En 2010 esta industria cobró mayor relevancia debido al deseo de las nuevas generaciones por estar a la moda, fomentado por el marketing y diversas campañas publicitarias, por lo que diversas marcas globales idearon el término fast fashion, una estrategia empresarial para fabricar en masa, a menor costo y con mayores ganancias.

Bajo este modelo lineal la industria de la moda produce decenas de colecciones de ropa al año, en contraste con el modelo anterior (primavera/verano y otoño/invierno).

En este sentido el reporte también indica que 73% de la ropa producida anualmente termina incinerada o en basureros, lo que contribuye a la contaminación terrestre y atmosférica.

Daños ambientales

“La industria de la ropa genera aproximadamente 8% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), incluyendo el CO2, y la cantidad de agua que se consume para producir ropa es impresionante”, explica a Vértigo Gabriela Jiménez Casas, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM.

Por ejemplo, dice, para producir un kilo de algodón se necesitan aproximadamente diez mil litros de agua (suficientes para que una persona se mantenga hidratada durante 13 años) y con esta cantidad apenas alcanza para una playera y un pantalón de mezclilla.

“El caso más visible son los pantalones de mezclilla ya que todos usamos este tipo de prendas en algún momento: unos jeans consumen siete mil 500 litros de agua pura. Otros ejemplos son los zapatos de deporte, que consumen alrededor de cuatro mil 400 litros. O las camisas de fibras sintéticas, mil litros de agua potable”, indica.

Al respecto Sara Sacal comenta por su lado que “el fast fashion impacta en varios temas, incluyendo el uso totalmente desmedido y sin conciencia de tintes para pintar la ropa, los cuales no tienen ningún tipo de reglamentación ni de regulación. Se ha demostrado que estos arrasan con los ríos y lagos de lugares cercanos a donde se vierten ya que los tintes son altamente contaminantes, tóxicos, y es muy difícil limpiar esas aguas”.

En Indonesia, por ejemplo, unas 200 fábricas textiles vierten sus aguas residuales en el río Citarum, considerado el más contaminado del mundo. En México en 2012 se denunció a varias empresas fabricantes de mezclilla por contaminar los ríos San Juan en Querétaro y San Pedro en Aguascalientes.

Mientras en países industrializados la contaminación del agua se considera un delito, en las naciones en desarrollo esta actividad parece pasar inadvertida.

Además, agrega la también directora general de ONI Original, empresa que produce zapatos hechos a base de PET reciclado, el fast fashion emplea telas para la ropa que son extremadamente baratas por lo que desde el proceso de hacer la tela hasta el tiradero de la tela en sí contaminan.

Los especialistas coinciden que otro gran problema de la sobreproducción está en el mínimo reciclaje que realiza la industria. Según datos del Centro Mexicano de Derecho Ambiental en México solo 5% de la ropa se recicla.

Estas cifras varían según el país. Por ejemplo en Canadá la empresa de reciclaje Envirotex estima que 85% de la ropa que podría reciclarse termina en los basureros, los cuales deben sumar ya más de 220 mil toneladas de ropa, mientras que en Alemania existe una política que exige que 75% de los textiles debe recogerse y reciclarse, pero en la realidad esto tampoco sucede.

Efectos sociales

Aunque la industria de la ropa es una fuente primordial de empleo y contribuye de manera considerable con el PIB de las economías emergentes, la realidad es que los salarios y las condiciones laborales para quienes trabajan en el fast fashion suelen ser negativas.

Para cumplir con los plazos que esta industria impone la producción se realiza en países que tienen condiciones laborales precarias, generalmente en el sur de Asia.

Entre las principales naciones productoras de ropa en la actualidad se encuentran China, la Unión Europea, Bangladesh, Vietnam, India, Turquía, Indonesia y Estados Unidos.

Las pésimas condiciones de trabajo, incluido un salario paupérrimo, representan un problema ético y un claro ejemplo de explotación, así como un delito contra los derechos humanos, en los que se encuentra también la explotación laboral infantil y el trabajo forzado.

“Por eso vemos esta ropa tan barata: porque tienen en condiciones deplorables a las personas que hacen estas prendas; no hay distinciones, pueden ser hombres, mujeres, niños, ancianos; todos ellos en condiciones insalubres y deplorables. También en ello hay una implicación social”, señala Sacal Rayek.

¿Qué hacer?

Para tratar la problemática la Fundación Ellen MacArthur propone un modelo circular de producción con base en cuatro ejes fundamentales: dejar de usar sustancias peligrosas en la producción y reducir los materiales que despidan microfibras; aumentar la durabilidad de la ropa para reducir la sustitución acelerada de las prendas; mejorar de forma radical el reciclaje, algo que puede lograrse desde el diseño de modas o el incentivo de uso de materiales tanto reciclables como reciclados; y volver más efectivo el uso de los recursos, transitar hacia energías y materiales renovables en la producción de ropa.

“Como empresarios se debe hacer una investigación para ver de dónde provienen los insumos que vamos a ocupar, de dónde salen las tintas, si puede integrar algún material que pueda ser beneficioso para el medio ambiente que lo haga duradero. Por ejemplo ONI integra hilos de PET reciclado a la suela del calzado; es decir, también es un tema de ética, de entregar algo bueno, algo duradero al cliente”, comenta Sacal Rayek.

Como consumidores lo que toca es asumir la responsabilidad en cuanto a qué uso le daremos a esa prenda y si realmente es una necesidad adquirirla o podemos reciclar para las que ya tenemos.