DEFORESTADO, MÁS DE 50% DEL PLANETA

Se deben acelerar las acciones contra la ganadería extensiva y a favor de más alimentos de origen vegetal, advierte la Humane Society International.

Martha Mejía
Bienestar
felled timber in the forest
Photographer:Loboda Dmitriy

Debido sobre todo a la producción de cultivos que consumen dos tercios del agua dulce del planeta, al uso de agroquímicos contaminantes y a que se promueve la ganadería extensiva más de 50% del planeta está hoy deforestado, por lo que se debe acelerar un cambio hacia la sustentabilidad en la producción de alimentos, advierten especialistas.

Durante el conservatorio para anunciar el foro ¿Cuál desarrollo para un planeta saludable? que organiza El Colegio Nacional los investigadores participantes señalaron que sin duda México atraviesa por una alteración muy profunda sobre su entorno natural.

“Hemos transformado más de la mitad del territorio nacional para actividades fundamentalmente agropecuarias para ciudades y turismos intensivos; lamentablemente esta actividad (agropecuaria) genera serios problemas de contaminación, porque estamos basando a la agricultura en distintos agroquímicos que generan problemas en el suelo, en el agua, en la salud humana, además de la flora y fauna local”, alertaron.

En este sentido Julia Carabias, catedrática de la Facultad de Ciencias de la UNAM e integrante de El Colegio Nacional, puntualizó que esta situación ha generado también que la mayor parte de las cuencas nacionales tengan un alto o moderado grado de contaminación.

Indicó que originalmente en el territorio nacional se tenían doce millones de hectáreas de ecosistemas selváticos y de bosque pero “actualmente nos queda menos de un millón de hectáreas. Parte de estas se encuentran en la Selva Lacandona y otra parte en los Chimalapas, en Chiapas. En ambas existen profundas amenazas en el cambio del uso del suelo”.

Por desgracia, dijo, el territorio que se ya se abrió a la actividad agropecuaria no tiene la productividad adecuada necesaria. “No solamente es contaminante sino que además es de muy bajo rendimiento y, por lo tanto, se siguen abriendo tierras para lo agropecuario. La deforestación no para: es una tendencia que sigue. Sí ha disminuido la tasa, es decir, el número, pero eso es porque se contabiliza de manera inadecuada: lo que se contabiliza es lo que se está ‘recuperando’ con plantaciones y se le resta a la deforestación, por lo que esos datos son erróneos”, comentó.

Largo camino

Explicó que a pesar de que México adquirió en 2015 compromisos con la ONU para hacer frente al cambio climático y en ese entonces las autoridades ambientales fijaron 2030 para reducir a cero la tasa de deforestación y recuperar la vocación forestal del país, estamos lejos de cumplir esa meta.

“Se deben impulsar cada vez más políticas públicas que consoliden a las Áreas Naturales Protegidas, que las hagan espacios eficientes, que estén en armonía con la gente que vive ahí. Porque ellos tienen derecho a habitar esos lugares, de tener no solamente una vida digna sino de alta calidad, pero también se debe luchar por una mayor disminución de la intervención humana en estos espacios que permita que las relaciones con la naturaleza continúen”, explicó Carabias.

Desafortunadamente, agregó, aún estamos pensando que este es el costo del desarrollo o que todavía hay muchos recursos naturales. “Lo que nos debe quedar claro es que no vamos a poder atender a la pobreza si continúa el deterioro ambiental. Es una sinergia de círculo vicioso: el deterioro ambiental genera más pobreza y la pobreza genera más deterioro. Entonces tenemos que romper estos círculos y lograr un desarrollo hacia la sustentabilidad y el desarrollo”.

Diversos especialistas y científicos coinciden en señalar que el país perdió capacidad para proteger, cuidar y atender zonas prioritarias.

Algunos como el doctor José Sarukhán Kermez, líder de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), indican como ejemplo que a mediados de 2019 no se logró atender en forma adecuada los incendios forestales en áreas protegidas, entre ellas la Reserva de Sian Ka’an, en Quintana Roo, por lo que se incrementó con estos fuegos la deforestación en el territorio nacional.

Ganadería extensiva y pandemias

De acuerdo con la organización mundial de protección animal Humane Society International (HSI) la adicción del mundo hacia la producción animal intensiva, en la que miles de animales estresados se mantienen confinados y hacinados, es un caldo de cultivo perfecto para futuras pandemias.

“Los animales de granja han estado en el centro de múltiples brotes de enfermedades zoonóticas durante los últimos dos siglos, incluida la influenza aviar H5N1, transmitida de aves de corral a humanos, el virus Nipah, y la influenza porcina H1N1, transmitida de cerdos a humanos”, explica en entrevista Ariana Torres Garduño, gerente de Relaciones Corporativas y Políticas Públicas de HSI México.

Expresa que si bien la pandemia de coronavirus llevó al mundo a reconocer la necesidad de cerrar los mercados húmedos implicados como un origen probable del nuevo Covid-19, las granjas industriales y los mataderos también tienen graves consecuencias para la salud humana y a menudo están mucho más cerca de casa.

De acuerdo con un reciente reporte de HSI existen cinco riesgos pandémicos principales asociados con la producción pecuaria: “Desbordamiento del virus”, cuando la expansión de granjas en áreas previamente silvestres reúne especies silvestres y domésticas; “Amplificación viral”, cuando se crean nuevas cepas virales al confinar un gran número de animales estresados en espacios cerrados; “Concentración de granjas”, que aumenta el riesgo de propagación de patógenos; “Comercio de animales vivos”, en el que se transporta una gran cantidad de animales vivos entre países y continentes, lo que permite que los patógenos se propaguen aún más, y “Mercados de animales vivos, ferias agrícolas y subastas”, donde se crean “centros” en los que animales provenientes de múltiples sitios mantienen estrecha proximidad con el público, lugares en que los virus pueden proliferar.

“Entendemos que estos sistemas de producción intensivos buscan proveer una demanda cada vez más creciente. Hay una concepción cultural donde si tienes poder adquisitivo lo lógico es que compres carne. Y esa es una manera incluso de marcar una especie de estatus, no solamente en México sino en muchas culturas. Por otro lado no solo es la producción intensiva sino la manera en la que se realiza sin tener necesariamente todos los protocolos sanitarios necesarios”, dice la especialista.

En los últimos 50 años, agrega, hemos hecho una transformación de nuestro plato hacia el consumo de proteína animal; hemos olvidado los granos enteros que forman parte de la alimentación básica, como las leguminosas y también los vegetales. “Entonces habría que hacer una reflexión y regresar a lo que resulte más conveniente para nosotros, no solamente para evitar futuras pandemias sino también para mejorar y proteger nuestro propio organismo. Además las comidas balanceadas también ayudan a la economía familiar, sin contar que los sistemas de producción no intensivos apoyan a los pequeños productores en México”, concluye Torres Garduño.