AGUA: ENTRE LA ESCASEZ Y EL AGOTAMIENTO

El desplazamiento masivo de población somete a presión a los recursos hídricos y servicios relacionados.

Martha Mejía
Política
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Foto: Especial
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En noviembre del año pasado la Ciudad de México vivió un megacorte en el suministro de agua, el cual afectó a millones de personas y mostró —al menos a los habitantes de la megalópolis— un escenario caótico de la vida sin agua para las actividades humanas.

Pero en algunas partes del planeta esta es una realidad permanente: de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU) tres de cada diez personas en el mundo no tienen acceso a agua potable segura, mientras que la escasez de este recurso aumenta en paralelo con el crecimiento de la demanda y la intensificación de los efectos del cambio climático.

Se calcula que para 2030 al menos 700 millones de personas a escala mundial podrían verse forzadas a desplazarse de sus lugares de origen debido a la escasez del líquido.

De ahí que el lema del Día Mundial del Agua 2019 (22 de marzo) es “No dejar a nadie atrás”, en referencia al Objetivo 6 de Desarrollo Sostenible de la ONU, el cual consiste en garantizar la disponibilidad, la gestión sostenible del agua y el saneamiento de este recurso para la población mundial.

Manuel Perló Cohen, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, explica en entrevista que el recurso hídrico escasea por diversas razones biológicas. Las más comunes son: falta de precipitaciones, sobreexplotación de acuíferos, aridez natural de la zona y, cada vez más, cambios extremos en el clima.

“Pero también una mala gestión e inversión en infraestructura, contaminación y falta de cultura del agua, factores que juegan una parte importante”, dice.

Pobreza

De acuerdo con el Informe mundial de Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos 2019 la pobreza desempeña un papel decisivo a la hora de determinar la discriminación en el tema del agua.

Mujeres y niñas, minorías étnicas, religiosas y lingüísticas, migrantes y refugiados corren los mayores riesgos de quedar rezagados, mientras que la discapacidad, la edad y el estado de salud también pueden influir.

Naciones Unidas se ha fijado como objetivo para 2030 el acceso universal a agua asequible y limpia, pero el informe evidencia que aún hay mucho por hacer para lograr esa meta. Señala que discriminación, exclusión, marginación y desigualdades materiales son lastres en el progreso e indica que a pesar de los avances de los últimos 15 años, para 2015 más de dos mil 100 millones de personas carecían de acceso a servicios seguros de agua potable y aproximadamente cuatro mil millones padecían una grave escasez durante al menos un mes al año.

En cuanto al saneamiento, cuatro mil 500 millones de personas (seis de cada diez) en el mundo no disponían de instalaciones seguras en 2015 y una de cada nueve practicaba la defecación al aire libre, algo que la ONU se propone erradicar para 2030.

El aumento de la población, el desarrollo socioeconómico y el cambio en los modelos de consumo apuntan a un incremento de 20 a 30% por encima del nivel actual de uso del agua en 2050, debido principalmente a una mayor demanda en los sectores industrial y doméstico.

De seguir así, indica el informe, 45% del PIB mundial y 40% de la producción mundial de cereales estarán en peligro. El cambio climático, estiman los expertos, acentuará el estrés hídrico en las áreas que ya se ven más afectadas y los pobres y las poblaciones marginadas pagarán el precio más alto.

El informe apunta también que el desplazamiento masivo de población somete a presión a los recursos hídricos y servicios relacionados, como el saneamiento y la higiene en los puntos de transición y de destino.

Los gobiernos anfitriones, por ejemplo, a menudo mantienen a sus refugiados y desplazados en instalaciones temporales o comunes, incluso si su permanencia en el país de acogida se prolonga. Esta situación suele originar desigualdades en el acceso a agua y saneamiento entre los migrantes y los lugareños.

Suelo disparejo

El informe también señala fuertes disparidades no solamente entre países sino también entre regiones, comunidades e incluso barrios de la misma ciudad.

Por ejemplo, en zonas urbanas los pobres que viven en viviendas informales que no están conectadas al agua corriente a menudo pagan de diez a 20 veces más por el agua que sus vecinos de barrios más ricos. Y lo hacen para recibir a cambio un servicio de igual o menor calidad, prestado por sistemas de suministro comunitarios como vendedores de agua o pipas de agua.

En áreas rurales pobres la infraestructura sigue siendo sumamente escasa, mientras que las zonas periurbanas a menudo están excluidas de los planes de suministro cuando los residentes no pagan impuestos y, en consecuencia, los más desfavorecidos pueden experimentar dificultad para acceder a servicios básicos.

Nabani Vera Tenorio, director de comunicación de Isla Urbana, empresa dedicada a instalar sistemas de captación de agua de lluvia, coincide en que el tema del agua es complejo y no tiene una solución única.

“Hay gente en la capital que tiene crisis de agua casi comparable con países africanos, gente que vive con 20 litros al día, personas que tienen que acarrear agua en burros: es de no creerse pero existe aquí en la Ciudad de México”, comenta.

Focos rojos

Ciudad del Cabo, capital de Sudáfrica, encendió la alarma en todo el mundo al anunciarse que sería la primera ciudad en llegar al Día cero, es decir, quedarse sin agua.

A principios de febrero de 2018 el gobierno sudafricano advirtió que el líquido dejaría de llegar a la mayor parte de las zonas residenciales y negocios en lo que denominó como Día cero.

Ese año, de hecho, sus cuatro millones de habitantes se vieron obligados a reducir el consumo de agua y las autoridades cortaron el suministro a los agricultores. Las medidas ayudaron a posponer la crisis pero el riesgo todavía se cierne sobre la urbe sudafricana.

De acuerdo con agencias internacionales las seis presas principales de Ciudad del Cabo están a 21% de su capacidad promedio, una cifra casi 2% inferior al año pasado. Si las lluvias no mejoran la situación y ponen fin a tres años de sequía, la amenaza del Día cero volverá a cernirse sobre la ciudad durante 2019.

Pero la capital sudafricana no es la única que enfrenta esta problemática. En 2017 el estado de California, Estados Unidos, levantó su estado de emergencia tras cinco años de sequía extrema, calificada por expertos como la más grave del último siglo.

Dicha situación llevó a dictar las primeras medidas de ahorro de agua obligatorias a nivel estatal en la historia de California, para reducir 25% el consumo de agua.

Algunas de esas medidas se mantienen a pesar del levantamiento de la emergencia. Por ejemplo, en zonas urbanas se prohíbe regar después de que haya llovido y algunos de los jardines privados de ciudades como Los Ángeles, típicos de áreas verdes, han sido cambiados a modos desérticos para evitar el uso de agua.

Irán es otro ejemplo de un país donde la crisis del agua alimenta el descontento popular. Al convertirse en una de las regiones más áridas del mundo, muchas de las granjas se han vuelto estériles y algunos lagos se transformaron en cuevas de polvo.

Millones de personas, según el diario The New York Times, se mudaron a pueblos y ciudades. Ahí el desempleo provocó un creciente descontento entre los jóvenes. Luego vino una sequía paralizante, que duró aproximadamente 14 años.

Egipto y su mítico río Nilo atraviesan también por los mismos problemas de sus pares en otras metrópolis industriales. Cada vez más este importante afluente del norte de África se convierte en depósito de grandes cantidades de desperdicios de las zonas residenciales y la agricultura. La ONU vaticina que llegará a una crisis de escasez de agua en 2025.

En el caso de la Ciudad de México desde hace décadas la explotación demográfica, entre otras razones, es causa de que el agua sea actualmente insuficiente para sus 21 millones 581 mil habitantes; y para 2035 contará con un total estimado de 24 millones 490 mil habitantes.

De acuerdo con especialistas del Instituto de Ingeniería de la UNAM, en el país 103 de los 653 acuíferos están sobreexplotados. Además, de 30 a 50% del agua para abastecimiento se pierde en fugas, en la red hidráulica y en domicilios.

De acuerdo con Perló Cohen, del Instituto de Investigaciones Sociales, de los 63 metros cúbicos por segundo que llegan se desperdician 21.5 metros cúbicos. “El nivel de fugas es alarmante”, alerta.

El investigador hace hincapié en que “es fundamental no desperdiciar el agua y estar conscientes de los altos costos económicos y sociales que tiene”. Y agrega: “Las autoridades capitalinas, mexiquenses y nacionales tienen que emprender desde ahora un plan de manejo del Cutzamala para aprovechar sus recursos y administrarlos de manera justa, eficiente y sustentable. Dicho modelo debe incluir una mejor gestión del propio sistema, que padece de fugas y extracción ilegal de agua”.

Con frecuencia escuchamos que el Sistema Cutzamala necesita con urgencia de servicios de mantenimiento en su almacenamiento y conducciones, plantas de bombeo, instalaciones eléctricas y planta potabilizadora… y las alertas son reales, advierte Cohen.

“De no tomar las medidas adecuadas en un futuro próximo podremos estar más cerca de vivir el Día cero que padeció Ciudad del Cabo”, apunta.

¿Qué hacer?

Los expertos señalan que existen opciones para evitar este escenario apocalíptico.

Una primera alternativa consiste en introducir más restricciones para el uso del agua, como aumentar los precios e instalar aparatos que limiten el consumo a cuotas diarias de 50 litros por persona.

Como segunda propuesta sugieren la construcción y mantenimiento de más plantas de desalinización. No obstante, para alcanzar la sustentabilidad hídrica es necesario que la extracción del líquido de los mantos acuíferos sea menor a la recarga.

Una tercera propuesta es aprovechar el agua pluvial. Al respecto, Nabani Vera Tenorio, de Isla Urbana, explica que con un buen sistema de captación de agua de lluvia se puede abastecer con agua de calidad a una familia de cinco a doce meses cada año. Sin embargo para que el sistema de captación funcione se debe tener una precipitación promedio de al menos 400 milímetros, aunque lo ideal es que sea de 700 milímetros.

“El agua de lluvia bien tratada la puedes utilizar y aprovechar para todos los usos, incluso para beber, todo depende por cuántos filtros la pases. Hay gente que dice: ‘Yo solo quiero utilizarla para riego y para baños’. Entonces lo que hacemos es que le instalamos un sistema más sencillo, que tiene menos pasos de filtración y que además es más barato. Pero el que más instalamos es para bañarse, lavar los trastes, limpiar, obviamente regar las plantas y con un paso extra se puede beber”, puntualiza.

Asimismo adquirir productos ahorradores puede hacer la diferencia. “Por ejemplo, nuestro mingitorio seco, que desde su creación en 2010 ha contribuido a ahorrar más de 35 millones de metros cúbicos de agua; cifra que equivale al suministro de casi 28 días del río Cutzamala o a llenar casi 37 veces el volumen de agua del Estadio Azteca, que es de mil metros cúbicos, es una herramienta de gran ayuda para este propósito”, comenta Ana Lilia Gutiérrez Coellar, gerente general de Fundación Helvex.

“Como este producto hay muchos en el mercado, incluyendo regaderas, llaves de baño y de cocina e inodoros con aplicaciones tecnológicas que cuidan el líquido e incluso la cartera, al reducir el gasto mensual de agua”, expresa.

A nivel individual, acciones como evitar desperdicios y hacer un uso consciente de los recursos naturales son parte fundamental para abonar a la solución.

Gutiérrez Coellar apunta que tomar duchas breves, cerrar la llave cuando se lave las manos o se cepille los dientes, lavar los autos con agua en cubetas, contrario al uso de mangueras, y evitar mantener la llave abierta cuando lave frutas, verduras o platos en la cocina son pequeñas acciones que pueden significar un gran cambio si son llevadas a cabo por millones de personas.

Inclusión

La ONU señala que el progreso hacia la Agenda 2030 requiere una renegociación de las relaciones de poder a todos los niveles, la participación equitativa y la representación de todos los grupos a fin de transformar los procesos económicos, sociales y políticos que orientan la gestión de los recursos hídricos e impulsan la prestación de servicios seguros y asequibles de agua y saneamiento.

“Los que son ‘dejados atrás’ necesitan una representación adecuada en los procesos políticos y otros procesos de toma de decisiones. Por esta razón la conciencia pública y el empoderamiento de las comunidades son cruciales para el cumplimiento de los derechos humanos al agua potable y el saneamiento”, indica el estudio.

Apunta que proporcionar oportunidades a las personas en situaciones desfavorecidas para participar activamente en la implementación de sus propias soluciones de gestión del agua puede conducir a comunidades más resistentes, particularmente para los grupos más alejados de los centros de poder.