Para cuando lean esto la tortuosa pendiente de febrero habrá terminado y solo queda esperar que marzo traiga verdes praderas de orden y progreso.
No hay duda: iniciamos el año planeando magníficas proezas napoleónicas únicamente para caer en cuenta que soñar es gratis, pero lograr objetivos es una tremenda friega. ¡Ni hablar, señores!
Pero incluso en el pantano podemos sentirnos mejor sabiendo que existen personas con problemas aún mayores. Para esto no miremos más lejos que la Santa Sede.
Entra en escena Francisco I, soberano de la Ciudad del Vaticano, Obispo de Roma, Vicario de Cristo y siervo de los siervos de Dios. ¡Ni más ni menos!
La pesada cruz sobre sus hombros es la epidemia de abusos sexuales (y otras mañas) cometidas por el clero católico. Pero Francisco busca una salida y el 21 de febrero inauguró una cumbre histórica que reunió a más de 200 obispos, cardenales y líderes religiosos de todo el mundo para enfrentar esta bochornosa (y criminal) temática.
La urgencia era obvia ya que basta recordar lo ocurrido solo en 2018 para dimensionar el cataclismo institucional que enfrentaban. Ahí les van algunos highlights del año pasado.
Enero El Papa va de tour por Sudamérica y queda enmarañado en el tema de abuso sexual. Acepta públicamente el “irreparable daño” causado, pero mete la pata al dudar de las víctimas que exigen la cabeza del obispo Juan Barros por ocultar casos de pederastia. ¡Vamos mal!
Marzo El cardenal George Pell (Australia) enfrenta a la justicia terrenal por su historial de abusos sexuales. Y fíjese usted: el señor Pell era consejero directo de Francisco y el tercer hombre más poderoso del Vaticano. Su debacle causa broncas todo el año, terminando con una condena en diciembre. Se convierte en el clérigo de mayor rango condenado por pederastia. ¡Virgen María!
Abril El Papa sigue asediado por su gira a Chile (en mayo) y manda llamar a Roma a todos los obispos de aquel país. La bomba truena en mayo cuando los obispos le ofrecen su renuncia en bola, que Francisco rechaza. ¡Les digo: están viendo y no ven!
Julio Las cosas van de mal en peor. El cardenal Theodore McCarrick y el arzobispo Philip Edward Wilson (gringos) renuncian por ocultar abusos sexuales.
Agosto Un jurado de Pennsylvania publica un reporte que revela más de mil casos de abuso. El Papa también viaja a Irlanda y enfrenta otra ronda de acusaciones y denuncias. Para rematar el arzobispo Carlo Maria Vigano publica una carta exigiendo la renuncia del Papa, dizque por proteger a pederastas.
Septiembre Un informe revela un histórico abuso que involucra a dos mil 600 víctimas en Alemania.
Diciembre El fiscal general de EU acusa a la Iglesia de Illinois de ocultar a 500 sacerdotes depredadores. ¡Madre santísima y misericordiosa!
Expectativas
Pero volvamos al presente y hagamos la única pregunta relevante: ¿Servirá de algo esta reunión? La respuesta: ¡Probablemente muy poco!
Para Michael Rezendes (periodista del diario The Washington Post y parte del equipo “spotlight” que destapó los escándalos de la Iglesia en Boston en 2002), quizás el Papa tenga buenas intenciones pero hasta ahora no ha desarrollado o impuesto ninguna acción concreta.
Rezendes recomienda tres pasos clave: 1. definir claramente una política de “cero tolerancia”; 2. definir claramente el significado “abuso clerical”; 3. establecer procesos internos a escala mundial para castigar a todos los pederastas.
Pero ni se emocionen: incluso el mismo Francisco pidió que “desinflemos las expectativas”, y remató indicando que aquellos que solo critican a la Iglesia son “amigos, primos o parientes del diablo”.
¡Lo que nos faltaba!