COMO GORDOS EN TOBOGÁN

Un cóctel tóxico que asegura una recesión en 2020 para Estados Unidos.

Juan Pablo Delgado
Columnas
Compartir
Ilustración
Ilustración

¡Muy bien, damas y caballeros! Se acabaron las parrandas, concluyó el Guadalupe-Reyes y a pesar de nuestras heroicas promesas todas serán fútiles: este 2019 arribamos más gordos y endeudados. ¡Oh, sí!

Pero más allá de nuestra tragedia personal me aventuro a decir que la misma situación se replica en el escenario internacional. Ya que por más idealistas que sean las promesas de tener un “próspero año nuevo” la realidad es que los próximos doce meses se verán repletos de nubarrones oscuros y ominosas señales. Pero no tengamos temor… ¡Avancemos!

El principal espectro que recorre al planeta hoy es el de una recesión económica. Las señales aún son tenues pero no por eso menos amenazantes. Como advertencia de lo que podría avecinarse los índices financieros de numerosas empresas —lideradas por Apple— se fueron en picada recién comenzó 2019 (ya se han recuperado, un poco). ¿La razón de esto? Los temores de una desaceleración económica en China, por mucho el principal motor de la economía global en términos de consumo de materias primas y producción.

El economista Kenneth Rogoff indica que una seria desaceleración en China es prácticamente inevitable y que sus consecuencias se sentirán en todo el mundo. Complementando esta negra visión Ronald Temple, jefe de capitales en Lazard Asset Management, indica que si tomamos la guerra comercial entre China y EU, la mezclamos con las gélidas relaciones que existen entre los gringos y la Unión Europea, y le agregamos a este menjurje un aumento en las tasas de la Reserva Federal... lo que obtenemos al final es un cóctel tóxico que asegura una recesión en 2020 para Estados Unidos. ¡Ay nanita!

Semillas

Ahora bien... quizás algún despistado vea poca seriedad en todo esto. Pero no tendría yo que venir a recordarles las fatídicas consecuencias de la última crisis económica, porque —de hecho— seguimos sufriéndolas: una década de crecimiento mediocre; un enorme descontento social; el auge de numerosos movimientos populistas, y la erosión en la confianza global hacia los ideales de la democracia liberal.

Hoy las semillas antiliberales plantadas en aquel fatídico 2008 harían de una mala situación una calamidad. Si los regímenes populistas crecieron (en gran parte) por los efectos de la crisis financiera un nuevo tsunami económico solo cementaría su poder e influencia.

Habría que preguntarse si los líderes moderados de la UE (Merkel/Macron) lograrían sostener el centro una vez más; o también imaginar el tipo de acciones que podrían cometer los personajes antiliberales que ahora dominan el tablero global, como Trump, Putin, Erdogan o Bolsonaro.

Naturalmente México no quedaría exento de las consecuencias, siendo la principal el descarrilamiento del proyecto económico de AMLO. Con un mundo en recesión y el consumo global a la baja las exportaciones mexicanas se verían afectadas en todos los frentes y el crecimiento económico podría evaporarse. Frente a este panorama ¿qué dirección tomaría la 4T?

Lo más prudente por ahora —a 50 días del inicio de la nueva administración— sería que el gobierno federal deje de abrir nuevos frentes políticos (reforma educativa, guardia nacional, gasolina, aeropuerto, trenes mayas...), comience a consolidar sus ganancias y empiece a visualizar los peligros que existen más allá de las fronteras.

Porque de no blindarnos ante los huracanes del exterior todos los propósitos expresados por AMLO serán igual que los nuestros: solo una serie de buenos deseos. Y al final terminaremos como gordos en tobogán: enfrentando una crisis que no creamos y no podemos ni siquiera controlar.