Por: Federico González
Fernando Melchor. Aquí no es Miami. Almadía/Producciones El Salario del Miedo/UANL. 168 pp
Dicen que solo Veracruz es bello. Que lo vea quien lo dude; que lo escriba quien lo crea. No hace falta ficción cuando sobra realidad. Las crónicas reunidas por Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) son vivo reflejo una cotidianidad jarocha sobrante de calificativos.
No es periodismo de denuncia, ni tampoco de consigna política. Sus historias rebosan la oralidad de la calle. Se apoyan en personajes marginales casi siempre, pero reconstituidos en su condición humana.
“La única ficción que estoy dispuesta a reconocer en estos relatos es aquella que permea todo constructo del lenguaje humano, desde la poesía hasta la nota informativa: la forma del relato, su esquema organizativo”, advierte la escritora. No hacen falta números o encuestas sobre la relación del crimen organizado cuando se lee No se metan con mis muchachos, un relato de alto octanaje donde se desnuda la mano de Los Zetas.
En Un buen elemento encontramos la historia de El Fito, un tipo ejemplar por su dedicación al trabajo, pero también un digno ejemplo de sobrevivencia. Vive a salto de mata, apenas se comunica con su familia o amigos y cada que envía un mensaje de texto pide que borren el número. La vida al interior de la mafia tiene su precio.

Los apocalípticos vaticinan el paso del periodismo de largo aliento a los libros. Varios títulos dan sustento a una tendencia, probablemente pasajera. Diarios y revistas paulatinamente regresan a materiales de mayor ambición y mejor presentados. Ante lo escueto del dato duro, la presentación y el enfoque hacen diferencia.
Melchor se adelanta en este sentido, su ambición es ser coherente con su objeto periodístico y con un lenguaje ajeno a las florituras u otras figuras retóricas. Nada separa a La casa del estero, sin duda uno de los textos con mejor ritmo, de un relato de terror.
Por ahora da igual si el periodismo serio y que aspira a atemporalidad se encuentra en los libros. La necesidad de contar historias es tan grande como la necesidad de escucharlas. Cada cronista o narrador encontrará su camino y sus lectores.
Fernanda Melchor por ahora ha emitido una propuesta digna de atención. Sus piezas conjugan periodismo —entrevista, investigación— con recursos narrativos, bien implementados.
En Una cárcel de película se revelan los acuerdos entre el gobierno veracruzano y la producción de la cinta de Mel Gibson, Atrapen al gringo, para filmar dentro de una prisión.
Rigor periodístico y literario son las mejores cartas de presentación de una autora joven que invita a reconciliarnos con la crónica dura, imperfecta, pero sin pretensiones y de rebosante vitalidad.
Otros títulos de Fernanda Melchor son Lados B y Nuestra aparente rendición

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