A mediados del siglo XX no había en el país un suplemento cultural del nivel de México en la cultura. La publicación encartada en el diario Novedades era dirigida por Fernando Benítez, quien creó a su alrededor una de las plantillas más notables de colaboradores dentro de la historia del periodismo cultural nacional: Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Carlos Pellicer… Por sus páginas pasaron casi todos los escritores importantes de la época.
El único requisito además del talento era ser aceptado por Benítez, quien junto con sus más cercanos colaboradores eran conocidos como “la mafia”.
En México en la cultura (1949-1961). Renovación literaria y testimonio (colección Periodismo Cultural/Conaculta) Víctor Manuel Camposeco analiza el ascenso y la caída del semanario, que a decir del autor fundó la crítica literaria contemporánea en nuestro país.
—En el libro plantea que un suplemento como México en la cultura fue posible, en buena medida, gracias a su contexto social y político…
—Los cincuentas en México son importantes en muchos sentidos. En términos literarios fue la década en que gracias a la conjunción de varias circunstancias económicas y culturales se dejó atrás a la revolución como temática obligada; digamos que se funda la literatura mexicana contemporánea. En el terreno periodístico fue un periodo donde se alcanzó una madurez notable. Los diarios capitalinos competían con los mejores del mundo. Esta serie de circunstancias, más el talento de Fernando Benítez, fungieron como el caldo de cultivo para México en la cultura.
—Por sus páginas pasaron casi todos los escritores de entonces.
—Es más fácil mencionar a quienes no colaboraban. Solo noto una ausencia casi total de Salvador Novo y una ausencia absoluta de Luis Spota, uno de los autores que más libros han vendido en vida.
—Aunque Novo colaboraba en el diario Novedades…
—Sí, tenía su columna diaria Ventana. Por eso sus colaboraciones en el suplemento de los domingos se cuentan con una mano. Además, él siempre reconoció que no quería pertenecer a ningún grupo. Le hubiera costado trabajo formar parte del séquito que lideraba Fernando Benítez.
Política
—Por otro lado, cuenta que Juan José Arreola no fue reseñado en el suplemento, en especial sus primeros libros. ¿Por qué?
—Es un caso extraño e injusto. Arreola fue colaborador del suplemento desde su fundación en 1942. Sin embargo, Varia invención (1942) y Confabulario (1952) nunca fueron reseñados. Emmanuel Carballo admitió que en torno de Arreola se hizo un círculo de silencio, y esto solo lo pudo haber ordenado Benítez. Henrique González Casanova le dedicó un comentario en su columna, pero nada más.
—¿A qué lo atribuye?
—A cuestiones personales. Supongo que tenía alguna rencilla con Fernando Benítez, pero es una suposición nada más.
—¿Benítez tenía la aspiración de hacer un suplemento canónico en términos de literatura?
—Benítez, que era un hombre talentosísimo para los medios de comunicación, detectó que dadas las circunstancias hacía falta un suplemento cultural de grandes aspiraciones. En El Nacional experimentó con dos o tres suplementos, de modo que a su llegada al Novedades ya contaba con una buena nómina de colaboradores y con una idea muy clara de lo que debería tener una publicación.
—¿Cómo era la relación del suplemento con la política de la época?
—El debate político era la carencia más notable del suplemento. Benítez era un hombre del sistema priista, un cardenista de hueso colorado. Nadie se podía meter con el presidente ni con sus políticas más importantes. Los primeros movimientos magisteriales de fines de los cincuentas no figuran. Los conflictos estudiantiles de la recién fundada UNAM aparecen denostados y a los estudiantes se les hace ver como inconformes pese a su situación de privilegio. No aparecen los movimientos ferrocarrileros. Emmanuel Carballo me dijo en una entrevista: “Le fallamos a la gente”.
—¿Le hablaba a una élite?
—No necesariamente. El suplemento se dedicó a las cuestiones culturales; en ese sentido no dejaron nada pendiente, en particular en lo literario. Contaban con una sección de literatura infantil importantísima. Incluso, Lázaro Cárdenas y López Mateos colaboraron en alguna ocasión.
Famas
—El mote de “la mafia” hacia el grupo de Benítez, ¿era bien ganado?
—Efectivamente, nadie entraba sin la bendición de Fernando Benítez. En alguna ocasión, siendo director de la Revista Mexicana de Literatura fundada por Fuentes y Carballo, Antonio Alatorre se quejó de las puertas del suplemento estuvieran cerradas para quien no pertenecía al estrecho círculo amistoso de Benítez. Era una mafia en ese sentido y a mi modo de ver fue el grupo cultural más poderoso e importante que ha existido en México.
—¿Qué tipo de relación tenían con la Revista Mexicana de Literatura?
—Era una relación extraña. Fuentes, Carballo y Chumacero publicaban en ambos medios, pero quien se quería consagrar necesitaba ser citado en México en la cultura. Sin ser poca, la importancia de la Revista Mexicana de Literatura era menor: el suplemento era el lugar desde el que se creaban y destruían famas.
—Escribe que ahí se gestó la crítica literaria contemporánea…
—Ahí se funda la crítica literaria contemporánea porque hasta entonces se parecía a la del XIX: era inoperante ante obras innovadoras como las de Rulfo y Arreola. Esos títulos fueron leídos con otro criterio estético y ese fue mérito de Emmanuel Carballo, Francisco Zendejas y Alí Chumacero. Ellos crearon unos estándares distintos para juzgar la nueva literatura.
—¿Por qué considera que el suplemento termina debido a situaciones poco claras?
—Todo el grupo, empezando por Benítez y Fuentes, argumentó que su salida obedecía a la censura por su apoyo a la Revolución cubana. Esto es falso, porque en enero de 1959, cuando Castro entró a La Habana, todavía estaban en el periódico. La relación de Fernando Benítez con los revolucionarios cubanos venía desde mediados de los cincuentas, cuando Castro, el Che y otros fueron apresados en México. Lázaro Cárdenas inició una campaña política para su liberación y Benítez lo siguió. Es decir, el apoyo a la revolución fue absoluto. Yo creo que no congeniaron con los dueños del periódico, Miguel Alemán y O’Farril, ni con su director, Ramón Beteta. No se puede hablar de censura, porque entre 1959 y 1961 publicaron lo que quisieron sobre la Revolución cubana e incluso le dedicaron números enteros.
—¿Cómo fue la relación con Paz y Revueltas?
—Buena. Durante su permanencia en el suplemento Chumacero pensaba que el escritor podía estar al servicio de su ideología. Paz era un colaborador importantísimo del suplemento. Revueltas, como lo sabemos, fue militante del Partido Comunista y nadie tuvo empacho en reconocerle su trabajo.
—¿Qué sobrevive de la forma de hacer periodismo cultural de Fernando Benítez?
—Benítez es en el periodismo lo que en la arquitectura fueron Mario Pani o Pedro Ramírez Vázquez. Es el fundador de nuestro periodismo cultural, no hay quien no le deba algo. Desgraciadamente la prensa escrita va en declive frente a los medios de comunicación electrónicos y, por tanto, los suplementos culturales están desapareciendo. El único rescatable es Laberinto. La Jornada Semanal tuvo buenas épocas, pero no llega a los estándares que estableció México en la cultura.