Reafirma Barack Obama su compromiso para una reforma migratoria

“Lo mejor está por venir”, fue la promesa de Barack Obama durante su alocución para festejar su reelección en el centro de convenciones McCormick de Chicago el pasado 6 de noviembre, consciente de las promesas incumplidas de su primera gestión y de la polarización que vive actualmente la sociedad estadunidense.

Georgianna Meza
Política
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Barack Obama asume presidencia
Foto: Internet

Por Arturo Moncada y Arturo Rodríguez

Lo mejor está por venir”, fue la promesa de Barack Obama durante su alocución para festejar su reelección en el centro de convenciones McCormick de Chicago el pasado 6 de noviembre, consciente de las promesas incumplidas de su primera gestión y de la polarización que vive actualmente la sociedad estadunidense.

Y en el discurso de toma de posesión de su segundo periodo presidencial, el 21 de enero, el mandatario lanzó un llamado a la unidad: atrás quedó la imagen de aquel senador idealista que en 2008 proclamaba su célebre Yes we can (“Sí, podemos”).

A sus 51 años, un Obama más liberal y ya sin el peso de pelear la reelección afronta su segundo mandato con desafíos tan urgentes como evitar una nueva recesión, impulsar el control de armas y concretar la prometida reforma migratoria.

Esta vez, Obama debe considerar los resultados de su primer gobierno para afrontar sus promesas.

Cita con la historia

Barack Obama hizo historia el 4 de noviembre de 2008, cuando derrotó sin dificultades a su rival republicano, el senador John McCain, para convertirse en el primer presidente de origen afroamericano que tiene Estados Unidos.

Sin embargo, no pudo haber peor momento para el inicio de su mandato: al asumir la Presidencia el 20 de enero de 2009, habían pasado sólo cuatro meses de la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, que desató un terremoto en los mercados financieros internacionales, cuya onda expansiva hundió a casi todo el planeta en la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial.

Lógicamente, la mayor parte de sus promesas de campaña en materia económica no tuvieron sustento para poder ser cumplidas.

Más aún: se vio obligado a tomar medidas espectaculares, como la firma de la Ley de Reinversión y Recuperación de la Unión Americana, un paquete de estímulo a la economía por 768 mil millones de dólares para reducir impuestos e invertir en educación, infraestructura, programas de investigación en energía, salud y otros.

También optó por la nacionalización de varias compañías financieras y respaldó un plan de rescate de la industria automotriz, que estaba a punto del colapso; determinó nuevas reglas para la operación de Wall Street y la banca; además de firmar acuerdos comerciales con Colombia, Panamá y Corea del Sur, entre otras acciones.

Impacto

El tamaño del problema, no obstante, hizo necesaria la implantación de nuevos planes de estímulo por parte de la Reserva Federal, como el de 447 mil millones anunciado en septiembre de 2011, lo cual ha elevado la deuda y déficit norteamericanos a niveles descomunales y, a su vez, ha remarcado la división entre los legisladores demócratas y republicanos, que se han enfrascado en proponer soluciones opuestas que conduzcan al paulatino equilibrio fiscal de la nación más poderosa del orbe.

Invariablemente, una crisis económica se refleja en los niveles de desempleo, que en el caso de EU se mantenían bajos y estables antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, al alcanzar 4.9% en febrero de 2008; pero a partir de entonces mes a mes se cerraron miles de fuentes de trabajo; y para enero de 2009 la situación alcanzó su clímax con la pérdida de 818 mil empleos, tendencia que continuó durante más de un año.

De acuerdo con estadísticas oficiales, entre mediados de 2008 y finales de 2009 —cuando EU cayó en recesión— se perdieron casi ocho millones de puestos laborales, y desde 2010, con todo y que la caída del empleo empezó a revertirse, no se ha conseguido recuperar ni siquiera la mitad: en octubre de ese año la tasa de desempleo ascendió a 10% de la Población Económicamente Activa (PEA), mientras que al tercer trimestre de 2010 rondaba 7.8%, cifra que se elevó una décima al culminar la primera administración de Obama.

“Lo mejor, por venir”

Al asumir su primer mandato, la crisis económica ocupó un papel central en el discurso de Barack Obama quien, sin negar la gravedad de la situación, buscó transmitir su optimismo a los norteamericanos: “El estado de nuestra economía exige una acción audaz y rápida; y nosotros la emprenderemos; no solamente para crear empleos, sino para sentar nuevas bases para el crecimiento”, prometió.

Pero los resultados han sido magros.

El promedio de crecimiento en sus primeros cuatro años de gobierno (de confirmarse las cifras previstas para 2012) apenas rebasaría 0.7% del PIB, como consecuencia de la profundidad de su propia crisis y la que asuela a Europa, uno de sus principales socios comerciales; el empleo no logra recuperarse a niveles previos a la crisis; y la deuda alcanzó ya su techo máximo: 16.4 billones de dólares, frente a 10.6 billones que Obama heredó de la administración Bush.

Sobre este último punto, una vez superado el llamado “precipicio fiscal”, la Reserva Federal ha hecho ajustes para que el Estado pueda cumplir sus compromisos de deuda al menos hasta finalizar marzo, antes de que la Casa Blanca alcance un nuevo acuerdo con el Congreso, so riesgo de caer en insolvencia.

En síntesis, la frialdad de los números no favorece la primera gestión de Barack Obama.

Sin embargo, economistas y analistas de varias latitudes se han preguntado en incontables ocasiones cuál sería el presente de Estados Unidos sin las políticas en materia económica financiera adoptadas por el mandatario norteamericano; cuáles serían los niveles de desempleo sin tales decisiones; qué sería del país sin los créditos masivos a favor de las energías sostenibles, o sin la reinversión en la infraestructura, ambas olvidadas desde los años treinta…

Al respecto, para Bernard-Henry Lévy, filósofo francés, Obama, a quien bautizó como el Kennedy negro, “ha cumplido la mayor parte de sus promesas… Las demás las llevará a cabo en su segundo mandato”, asegura, tal como lo cree la mayor parte de la ciudadanía, que el pasado 6 de noviembre le brindó un voto de confianza para mantenerse un cuatrienio más controlando los destinos de la nación.

Inaplazable

El resultado de la última elección presidencial estadunidense no dejó duda: 71% de los hispanos con derecho a voto apoyó la reelección de Obama; pero esta vez la minoría mayoritaria de ese país no dará tregua al gobernante frente al tema de una reforma migratoria integral, además de una mejora de la situación económica de las familias latinas, el acceso al sistema educativo y una mayor presencia en la administración pública.

En 2008 Obama se ganó a la comunidad hispana luego de prometer que se realizaría una reforma migratoria antes de culminar su primer año de mandato.

Una promesa incumplida a pesar de que el Partido Demócrata de Obama contaba con una amplia mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado. Además, durante 2011 el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) dio a conocer que se había deportado un promedio anual de casi 400 mil indocumentados, cifra récord en deportaciones bajo la administración de Obama.

En agosto de 2012, Barack Obama dio inicio a la medida ejecutiva de Acción Diferida para el Arribo de Menores (DACA), que elimina la deportación de inmigrantes indocumentados de 16 a 30 años, que realizan estudios académicos y no tienen antecedentes penales. El DACA les otorga un permiso de trabajo válido por dos años pero, aunque legaliza de alguna manera a jóvenes indocumentados, no genera una solución permanente, debido a que no establece un camino a la residencia en ese país.

El reto de Obama es resolver la situación de once millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, con base en una reforma migratoria integral.

Para poner en evidencia quién está a favor y quién en contra, Obama planea presentar en 2014 un proyecto de ley migratorio: los resultados de las elecciones del 6 de noviembre dieron a los republicanos el control de ambas cámaras y para la promulgación de una ley de reforma se necesita bipartidismo.

Por lo pronto, dos senadores, el demócrata Chuck Schumer y el republicano Lindsey Graham, presentaron ya un anteproyecto para lograr una nueva política migratoria.

No obstante, ambos consideran que esta no se logrará hasta que las fronteras del país estén seguras. Graham indicó que sólo entonces “aquellos que entraron en Estados Unidos sin autorización saldrán de las sombras. Serán identificados biométricamente, comenzarán a pagar impuestos y pagarán una multa por la ley que violaron”.

La iniciativa Graham-Shumer podría ser un primer paso hacia negociaciones serias.

Política exterior

En su primer periodo como presidente, Obama realizó propuestas que esperanzaron a la ciudadanía. Destacaban: terminar con conflictos religiosos, reducir la pobreza y el cambio climático y poner punto final al unilateralismo exacerbado de Estados Unidos.

Obama se comprometió a restaurar la imagen de EU más allá de las fronteras; desmontar la prisión de Guantánamo; acabar con la guerra en Irak y Afganistán; negociar un mundo sin armas nucleares con Rusia; buscar un papel más positivo con organismos internacionales; dialogar con el presidente de Irán u otros mandatarios para, con base en el diálogo y la vía diplomática, encontrar una solución a los conflictos...

Sin embargo, cuatro años después, sus críticos le atribuyen haber liderado durante su primera gestión el principio del fin de Estados Unidos como gran potencia mundial y no tener una visión coherente de lo que es el poder de su país y su influencia en el mundo.

Reprochan, asimismo, su presunta ineficacia para gestionar el conflicto palestino-israelí; el poco avance en la lucha contra el cambio climático; la incapacidad para frenar los avances nucleares de Irán y de Corea del Norte; y que la cárcel de Guantánamo en Cuba no fue cerrada como prometió.

Sus defensores, en cambio, afirman que Obama no fracasó en su mandato y acentúan como grandes logros la muerte de Osama Bin laden y el debilitamiento de Al-Qaeda, así como la retirada final de soldados estadunidenses en Irak.

También califican como positiva su gestión en las relaciones con China y el hecho de haber logrado que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una resolución para imponer duras sanciones a Irán.

Oportunidad

Ahora son tiempos nuevos. En esta segunda administración, Obama debe culminar la retirada de Afganistán en 2014, sin permitir el derrumbe de ese país, y cumplir su promesa sobre el cierre de la cárcel de Guantánamo.

Otros de sus grandes retos serán el ascenso de China, la guerra de Siria, el programa nuclear de Irán y establecer un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.

De hecho, en mayo de 2010, a mediados del primer periodo del presidente Barack Obama, se publicó la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN). Su objetivo: cómo responder a los retos de seguridad en una época de crisis económica y cómo renovar el liderazgo estadunidense en el mundo.

La ESN no se olvidó de la proliferación de armas de destrucción masiva, ni de desmantelar a Al-Qaeda y sus simpatizantes en Afganistán y Pakistán.

Lo más destacable de la ESN era la afirmación de que EU estaba en un mundo en transición, donde su potencial y liderazgo militar no estaban en peligro, pero en el que era imprescindible el compromiso de otras naciones e instituciones para abordar los retos mundiales.

En este momento, en cambio, la seguridad en el exterior no es para Barack Obama prioridad ni tiene consecuencias mayores. Y al interior, el mayor desafío para el mandatario es, sin duda, el control de armas.

La masacre de 20 niños y seis adultos en una escuela de Newtown, Connecticut, fue el evento más fuerte desde el 11-S para la sique estadunidense. La batalla de Obama en ese rubro será convencer no sólo a los congresistas de ambos partidos, sino a la opinión pública estadounidense sobre una nueva legislación.

Tras su indiscutible triunfo sobre el republicano Mitt Romney en las pasadas elecciones presidenciales, el reelecto mandatario norteamericano afirmó haber aprendido de sus partidarios y de sus adversarios. Dijo, además, que ese contacto lo hace un mejor presidente: “Regreso a Washington más decidido y más inspirado... Nuestro camino fue difícil, largo. Nos hemos recogido, levantado; hemos luchado; y sabemos, en nuestro corazón, que para Estados Unidos lo mejor está por venir”.

Este año podría ser el principio de la era poscrisis para Estados Unidos y el resto del mundo.

Pero para que esto se dé, los actores políticos norteamericanos deben dejar de lado sus diferencias y llegar a un acuerdo razonable para poner el déficit fiscal en una trayectoria sostenible. Ojalá así sea, por el bien de la Unión Americana; por el bien de México; y por el de la economía mundial