Mil caras de la corrupción

El problema, sin embargo, va mucho más allá del moche, el diezmo, la otra cara entre quien mata la vaca y quien le detiene la pata.

Alberto Barranco
Columnas
 México se ubica en el escalón 102 de un listado de 130 países en el capítulo Calidad de las instituciones
Foto: Inna Malostovker

La historia, de tan repetida, se vuelve monótona: el Instituto Mexicano del Seguro Social interpuso ante una Corte Federal de Estados Unidos una demanda contra la empresa Orthofix International por fraude e incumplimiento de contratos.

El texto de la querella habla de que la firma fabricante de aparatos ortopédicos con sede en Lewisville, Texas, obtuvo ganancias “obscenas” a costa del organismo por 4.9 millones de dólares.

La novedad, además de que tradicionalmente los casos se ventilan en el país del norte involucrando a empresas nacionales como la contraparte en prácticas corruptas, es que el IMSS reconoce que los contratos se pactaron de manera fraudulenta.

Hubo, pues, complicidad de la contraparte. El caso es idéntico al que se ventila en una corte de Nueva York con cargo a las empresas coreanas SK Engineering y la alemana Siemens, a quienes se acusa a su vez de haber corrompido a funcionarios de Petróleos Mexicanos para inclinar a su favor un juicio por supuestos vicios ocultos en un contrato para modernizar y reconfigurar la refinería de Cadereyta, Nuevo León, en la Corte Internacional de Arbitraje con sede en París.


De perder el juicio Pemex deberá pagar una indemnización de 500 millones de dólares.

Hace unos días la Coparmex jalisciense abrió una campaña contra la corrupción, aunque la centra en solo una de sus aristas: la mordida.

El abanico oscila desde la “comisión” que se paga para ganar una licitación en escenarios en que las convocatorias se confeccionan como traje a la medida para el ganador, hasta el billetito que cae al escritorio del burócrata para agilizar un trámite o el que se le unta en la mano al policía de tránsito para evitar una infracción.

De acuerdo al Centro de Estudios Económicos del Sector Privado el flagelo, que a juicio del presidente Enrique Peña Nieto representa un mal endémico en el país, le cuesta a los particulares 75 mil millones de pesos al año.

Mejor postor

El problema, sin embargo, va mucho más allá del moche, el diezmo, la otra cara entre quien mata la vaca y quien le detiene la pata.

De acuerdo al Foro Económico Mundial, México se ubica en el escalón 102 de un listado de 130 países en el capítulo denominado “Calidad de las instituciones”, a años luz de Estados Unidos que se ubica en el tres y a una larga distancia de Chile en el 33.

Estamos hablando de solidez, transparencia, certeza, eficiencia en la planeación… En un escenario en que se proyecta una refinería en Tula, Hidalgo, y se invierten tres mil 400 millones de pesos para después cancelar la posibilidad, o se instala un adefesio a título de Estela de Luz para conmemorar el Bicentenario de la guerra por la Independencia con un presupuesto de 500 millones de pesos, que se va al triple...

Hace poco uno de los nueve integrantes del Consejo de la Judicatura más que festejar se mostraba abatido ante lo que consideraba haberse ganado la rifa del tigre.

En el escenario del propio Foro Económico Mundial para medir la competitividad de los países, se anota otro capítulo: “Complejidad para los negocios”.

En este caso el país está en el escalón 58, frente a Japón que se ubica en el primero, Estados Unidos en el cuarto y Chile en el 55.

Estamos hablando de las trabas burocráticas para obtener permisos, los mil trámites para legalizar un terreno y garantizar el suministro de insumos básicos, los reglamentos para uso de suelo. La justicia al mejor postor.

Una empresa china que instaló un parque eólico en Oaxaca tardó tres años en caminar del dicho al hecho.

Hace 20 años la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México realizó un estudio en que concluía que para abrir un comercio había que sortear ¡dos mil 500 trámites!

La firma, el sello, la palomita, representa el poder de los funcionarios públicos de todos colores.

Ahora que, decía mi comandante en aquellos lejanos años del servicio militar, si me dan diez pesos los veo pelones y perfectamente uniformados.