‘Para mí, Cantinflas es México’

Cantinflas se estrenó en las salas mexicanas luego de un satisfactorio lanzamiento en Estados Unidos donde se ubicó en su primera semana entre los primeros 15 filmes en recaudación.

Hector González
Todo menos politica
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Empatía con Mario Moreno
Foto: Silvia G / Creative Commons

Cuando las cosas cuestan se disfrutan el doble. Hoy el histrión español de origen gitano Óscar Jaenada luce tranquilo y más relajado. Una vez pasada la tormenta por ser seleccionado para dar vida a Mario Moreno Cantinflas en el filme homónimo de Sebastián del Amo, se siente del otro lado.

“Para mí, Cantinflas es México”, asegura en entrevista este hombre que tuvo que pagar derecho de piso: seguidores y periodistas mostraron su nacionalismo más recalcitrante al cuestionar la capacidad del ibérico para encarnar al comediante más famoso del país. Poco parecía importar su Premio Goya por la cinta Camarón y un cartel de casi 20 películas sobre la espalda.

“Nunca me preocupé demasiado por eso. El gran juicio vendrá del público pero creo que han cambiado un poco las cosas desde el principio”, señala el actor.

Cantinflas se estrenó en las salas mexicanas luego de un satisfactorio lanzamiento en Estados Unidos donde se ubicó en su primera semana entre los primeros 15 filmes en recaudación.

La relación de Jaenada con el cómico se remonta a la infancia pero al menos hasta ahora se había quedado ahí. “Cuando era niño los sábados y domingos proyectaban sus películas a la hora de la comida. De eso hará casi 30 años”, especula quien ya ronda los 40 años. “Era muy pequeño pero recuerdo a mis padres viéndolo; era un humor muy entendible”, añade.

Nadie le podría decir entonces que varias décadas después uno de sus mayores retos profesionales sería ponerse en los zapatos del protagonista de Ahí está el detalle. “La primera vez que fui a México fue para la filmación; de modo que para mí, Cantinflas es México”.

La preparación del personaje implicó varias clases: un foniatra para el manejo de voz; clases de baile para moverse igual; un imitador para tomarle el tono... Además de maratones de videos y películas. “Como actor debía interpretar a una figura pública, pero también a uno de sus personajes. Ambos eran trabajos complicados y a la vez distintos”.

Mientras que Cantinflas implicaba sobre todo un trabajo de imitación, Mario Moreno requería un esfuerzo mayúsculo. “En realidad hay pocos materiales donde él no se supiera grabado, de modo que no era sencillo descubrir a la persona. Ante las cámaras sabía moverse y era consciente de su poder. Siempre supo que tenía a un país pendiente de él. Mi mayor reto era llegar a su baño, al contacto visual que tenía con su espejo”.

Persona y personaje

Sin profundizar demasiado en la complejidad de un hombre como Mario Moreno, la cinta dirigida por Sebastián del Amo apenas delinea algunos de los claroscuros del biografiado. Óscar Jaenada, no obstante, asegura que de haberlo conocido le hubiera gustado preguntarle si Cantinflas se come u opaca a Mario Moreno. “Como actor y artista creo que ya tengo mucho que ver con él. La nacionalidad es lo de menos, representar a un actor me da 50% de empatía. El trabajo se basa fundamentalmente en la constancia y en creer que Mario vivió una circunstancia que le hizo sacrificar su vida por un personaje. No sé si eso fue una decisión acertada, equivocada, o si sería el destino. En lo personal considero que el personaje capó al hombre”.

Añade que uno de sus desempeños más notables es en el filme de 1941 Ni sangre ni vida, dirigido por Alejandro Galindo. “Ahí interpreta a dos personajes, Cantinflas y Manolete. Podríamos preguntarnos por qué lo hizo. Supongo que porque quiso, porque quería hacer otras cosas. El desarrollo del personaje es tremendo. Se nota que el tipo era un gran actor, incluso más allá de Cantinflas. A partir de ese momento es cuando considero que el comediante se come al actor”.

La riqueza de un proyecto como Cantinflas, afirma Jaenada, radica en las posibilidades dramáticas que sugiere. “Todo momento es una lucha por apropiarte del personaje. A veces solo intentas compartir el físico y en ocasiones ni eso. En este caso al tratarse de un actor puedes establecer una empatía importante y eso te permite alcanzar una ubicuidad más cómoda”.

En este sentido confiesa que el proyecto superó sus expectativas: “Tuve un gran equipo que me hizo sentir que era Mario Moreno; el director me dio la oportunidad de improvisar y fue un gran paso ganarme la confianza de todos”.

A nivel personal y dramático el español concluye que se concentró en comprender a un hombre que es un icono en México pero también en descubrir el peso de un personaje: “No suelo hacer televisión porque no me interesa alargar un papel; por eso me pareció un reto interesantísimo trabajar a uno de los actores que más ha estirado una de sus creaciones. ¿Qué se siente? ¿Por qué lo hace? ¿Cómo descubre que el personaje lo rebasa? Son varias preguntas que me pude responder y entender con relativa facilidad. A lo mejor interpretar a un abogado en juicios de traficantes de enervantes me habría costado más trabajo. Mario y yo, finalmente, compartimos el interés por dedicar la vida a la actuación”.