10% de los jóvenes mexicanos se cortan la piel

10% de los jóvenes en México sufre cutting, de ellos 70% son mujeres entre 10 y 20 años.

Isaac Caporal
Todo menos politica
10% de los jóvenes en México sufre cutting, de ellos 70% son mujeres entre 10 y 20 años
Foto: Creative Commons

Elisa comenzó a practicar el cutting en 2005 cuando tenía 12 años. Ese día se miró al espejo y no le gustó nada de ella, se sintió gorda, fea y que no servía para nada. Entonces rompió el espejo, tomó los vidrios y se hizo cortes en el brazo.

Ver la sangre salir le hacía pensar que todo lo malo se iba. Realizó cortes en sus manos, antebrazos y rodillas.

Elisa se cortaba una vez al mes, pero cuando se sentía muy triste o enojada lo hacía una vez a la semana. A los 14 años, la situación empeoró: cada vez sentía más desesperación y los cortes los realizaba varias veces al día, incluso cuando estaba en la escuela pedía permiso para ir al baño para lastimarse.

“Me cortaba con vidrios, con la navaja de los sacapuntas, utilicé repuestos de cutters, pero si encontraba una botella rota, la guardaba y me cortaba con eso”, recuerda Elisa.

Hoy tiene 21 años y hace 2 que dejó de cortarse, pero no fue fácil.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Psiquiatría, el 10% de los jóvenes en México sufre cutting, de ellos 70% son mujeres entre 10 y 20 años. La mitad de estos casos se asocia con algún trastorno depresivo.

Claudia Sotelo Arias, directora del Centro de Especialización en Estudios Psicológicos de la Infancia, explicó que la práctica del cutting se origina por varios factores como:

- Disfunción familiar.

- Los niños se quedan solos cada vez más tiempo y a más corta edad.

- Algunos padres quieren que sus hijos crezcan más rápido y generan situaciones de descuido.

- Son jóvenes con tendencia a la depresión.

- Tienen una carga impulsiva muy fuerte.

- Sufrir algún tipo de abuso físico o sexual.

Las rezones por las que Elisa comenzó a cortarse fueron las dificultades que vivió en su entorno escolar, familiar y personal.

En 2005, terminó la primaría. Desde muy pequeña sufrió bullying. El cambio de escuela no sirvió para que esa situación cambiara.

“Desde pequeña me molestaban por el peso, me escondían mis cuadernos y mochila o los aventaban al patio y cosas así… Al pasar a primero (de secundaría) fue más”, recuerda Elisa.

Ese año su mamá le informó que estaba embarazada y que se irían a vivir con su pareja. Elisa vivía con su mamá, su abuela y su tía, pues sus papás se separaron cuando ella era muy pequeña.

“Me dijeron que me iba a cambiar de casa, de escuela y que una hermana vendría en camino. Fue un cambio muy fuerte, adaptarme a vivir con alguien que no conocía y adaptarme a la escuela fue algo muy difícil y tenía muchos problemas de autoestima, me sentía fea, gorda, que nos servía para nada y no encontraba un lugar en esos nuevos núcleos”, comentó Elisa.

Sotelo Arias destacó que si los jóvenes con este trastorno no reciben atención, el caso podría derivar en suicidio.

De acuerdo con la especialista, los padres deben estar al pendiente de las siguientes señales para detectar que sus hijos tienen ese trastorno:

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Para ocultar sus heridas, Elisa utilizaba suéteres o chamarras aunque hiciera mucho calor.

“Desde primaria siempre me tapaba mucho porque me molestaban con que estaba gorda, entonces no se les hacía raro que siempre estuviera así. Me preguntaban si no tenía calor y yo les decía que no, en realidad sí tenía mucho calor, pero no quería quitarme nada para que no me vieran”, recordó Elisa.

Un par de meses después de que comenzó a cortarse, Elisa le confesó a su mamá lo que hacía.

“Mi mamá me reclamó que siempre estaba encerrada, siempre de malas y que sólo quería dormir y me prohibió encerrarme en mi cuarto porque no sabía lo que hacía. Le dije: ¿quieres saber lo que estoy haciendo? Y le enseñé los cortes en mis brazos. Ella se enojó mucho, me pegó horrible y se fue de la casa unas horas, cuando regresó me dijo que no sabía cómo ayudarme y me llevó al sicólogo, pero no fui constante, sólo iba de vez en cuando”, platica Elisa.

Cuando ingresó a la preparatoria, Elisa seguía cortándose y comenzó a vomitar lo que comía, había semanas en que se cortaba menos, pero vomitaba más y viceversa.

“Era esa necesidad de sacar todo el dolor interno. Recuerdo que veía la sangre y el vómito y pensaba que me estaba liberando un poco”, dijo Elisa.

Elisa comenzó a combinar ambas prácticas porque su padrastro abusaba de ella. Los abusos comenzaron desde los 12 hasta los 17 años.

Tenía miedo de decirle a su mamá y ese temor hacía que se cortara más. Cuando finalmente lo dijo, no le creyeron. Le dijeron que sólo quería llamar la atención y que quería destruir a la familia.

La desconfianza de su mamá ocasionó que Elisa se cortara tanto que la tuvieron que llevar al hospital. Se cortaba tanto que no dejaba que la herida cicatrizara y el área del corte en el antebrazo se le inflamó.

Elisa pudo recuperar unas conversaciones con su padrastro en Messenger, que le sirvieron de evidencia de los abusos a los que la sometía. Ella, su mamá y su hermana se fueron a vivir solas, pero a pesar de eso no dejó de cortarse.

La sicóloga del Centro de Especialización en Estudios Psicológicos de la Infancia explicó que el tratamiento para que un joven deje de autocortarse puede durar hasta más de 2 años, pero en los primeros 12 meses se logran ver avances:

- Empiezan a ser más sociables.

- Su postura ya no es encorvada.

- No evitan el contacto visual.

Elisa llegó al Centro de Especialización en Estudios Psicológicos en 2011, cuando tenía 18 años, en 2012 dejó de cortarse y superó sus trastornos alimenticios.

El primer año en el Centro, asistía 2 veces por semana, ahora sólo 1 vez por mes.

Auque aún siente el impulso de autocortarse, ya es capaz de controlarse, para ello sale a caminar para que el aire la “limpie” o toma agua.

“Tomar agua para limpiarme. Con la sangre y el vómito necesitaba liberarme, ahora con el agua es lo mismo”, comentó Elisa.

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